José M. Gómez Almenara
Actualizado: GuardarJosé María es un hombre atento, delicado y servicial. Estos rasgos, que todos apreciamos en él por muy poco que lo hayamos tratado, tienen su origen no sólo en la esmerada y amplia formación humana que ha recibido en la comunidad lasaliana, sino, sobre todo, en el ambiente apacible de su hogar en el que imperaban el orden, el respeto, el trabajo y la corrección. Esa actitud serena que mantiene incluso en las situaciones incómodas tiene su fundamento en una virtud que adquirió desde muy pequeño y que, después, con paciente esfuerzo, ha ido cultivando. Me refiero a la bondad, esa senda segura, la única que nos lleva a la felicidad personal y el surco más fértil en el que hemos de sembrar las semillas del bienestar colectivo. José María es un ciudadano respetuoso y respetable, un observador minucioso de la vida cotidiana, que está convencido de que el menosprecio de la bondad hace que se resienta todo el equilibrio individual y se derrumbe, incluso, la estructura de la vida social. Las actitudes y los comportamientos de este hombre sencillo -que siempre está dispuesto a echar una mano- constituyen la mejor manera de explicar cómo el servicio desinteresado a los demás es la senda más directa hacia el bienestar personal y la armonía colectiva. Mediante el diálogo y a través de la amistad, este acompañante, sin necesidad de poseer abundantes medios materiales, acude a todos los que requieren su colaboración. Su clave: más de lo que él espera recibir.