Sociedad

Doña Manolita, Sort y... ¡el Gari!

Xxxx. xxxm in tristique interdum, enim ante dictum diam, ut eleifend sem nibh sit amet massa. Nulla condimentum m in tristique interdum, enim ante dictum diam, ut v. Nulla condimentum m in tristique interdum, enim ante dictum diam, ut vEl hostelero soriano, que sigue al pie del cañón en su restaurante, se ha lanzado a la aventura de vender lotería por Internet

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Ya sabíamos de antes que la suerte va por barrios, pero lo de Ricardo Jiménez con la lotería de Navidad del año pasado fue casi un abuso. Este hostelero soriano repartió 97,5 millones de euros desde su cafetería-restaurante, el Gari, aunque lo que le convirtió en objeto de universal admiración fue que, además de quedarse con unos cuantos décimos de ese tercero que vendió íntegro, se llevó un pellizco del 'gordo'. Es decir, no le tocó el premio con el que todos soñamos estos días: le tocaron dos, y eso es algo con lo que prácticamente nadie se atreve siquiera a soñar. Sus clientes cantaron, bailaron la jota delante de las cámaras y se metieron dos palés de cava entre pecho y espalda. La borrachera ya se ha disipado, pero la euforia perdura.

«El 22 de diciembre del año pasado fue un día inolvidable, y no sólo para mí sino para todos los sorianos. Yo sólo sabía decir: '¡Ay, la que he preparado!'», explica Ricardo, repeinado y con su chaleco de la vieja escuela en perfecto estado de revista. En Soria todos le conocen como Gari, de Garibaldi, un apodo que heredó de un tío abuelo al que dieron un tiro en la Guerra. Y ahora también se llama Gari su local de la Avenida de Valladolid, uno de esos bares de estética moderna y funcional que hunden sus raíces en la hostelería de siempre: ahí están el plato de torreznos, el chorizo de Aldehuela, el jamonero en la barra, el banderín de la Sociedad Deportiva Almazán y, en la entrada, el cartel de las séptimas Jornadas del Cochinillo Asado en El Pajar del Tío Benito. Ricardo adora esos 120 metros cuadrados que, hasta la súbita transfiguración que le convirtió en rey de la suerte, eran el mayor logro de su vida, un rincón propio que perseguía desde que emigró al norte con 18 años para trabajar de camarero en Zumaia y Zarautz.

De todas formas, antes de la apoteosis de 2008 ya se consideraba un tipo afortunado: «Tengo bastante suerte, sí. Me había tocado otra vez la lotería, un segundo premio con el Frente Rojillo, la peña del Numancia. También es verdad que soy jugador: en Navidad me gastaré unos 5.000 o 6.000 euros en lotería». ¿Y qué ha hecho Gari, el hombre, con los 750.000 eurazos que le dejó el sorteo de diciembre pasado? «No fue como para dejar de trabajar, así que me sigo levantando todos los días a las siete y vengo aquí. He acabado de pagar esto y me he metido en una empresa para construir aparcamientos. La verdad es que caprichos no me he dado ninguno: un coche para mi mujer y unas vacaciones».

-¿En el Caribe?

-No, en Baiona, provincia de Pontevedra. Total, ya hemos estado en todos los sitios...

En realidad, Ricardo ha hecho algo más: se ha zambullido de lleno en el gran bazar de Internet. Los décimos de papel que tenía este año en el bar volaron como si fuesen tapas gratis: un número se esfumó en seis días; el siguiente, en dos. «La gente se me ha echado encima. Está en Soria la exposición de Las Edades del Hombre y a lo mejor me piden cincuenta décimos para un grupo de Burgos. Y se enfadan porque no hay». La solución está en www.loteriasoria.es, una web encabezada por el eslogan 'juega donde toca' que aspira a competir con colosos del negocio como Doña Manolita o los loteros de Sort. Sí, quizá sea mucho decir, al menos de momento, pero los clientes de Gari lo ven claro: «¿Y tú, cuándo te vas al espacio?», se chotean, en referencia al viaje con Virgin Galactic que tiene pendiente el propietario de La Bruixa d'Or.

El forastero no sabe cómo era el ambiente en el bar antes de la lluvia de millones, ese fenómeno meteorológico que todo el mundo desea experimentar, pero ahora mismo cualquier jornada tiene algo de fiesta, un agradable eco de tanto cava y tanto baile. Quizá sea simplemente el resultado de que, aquí, a todo el mundo le ha tocado la lotería. Bueno, a todos no: la gran excepción son los dos camareros dominicanos, Jorge y Junior -a quien todos los parroquianos se obstinan en llamar Obama-, que todavía no estaban aquí hace un año. Los otros cuatro empleados sí se llevaron algo, aunque ahora resten importancia a su porción del pastel: «Bah, no fue para tanto. Me llegó para comprarme un coche y correrme alguna juerga», se escaquea Moisés Granda, ecuatoriano de Guayaquil.

Bodas y abrigos de piel

«Yo, gracias a que me quedé en el pueblo. Si hubiese venido aquí, a lo mejor todavía estoy celebrándolo. ¡Si aún llevo en la cartera la fotocopia del décimo!», se exalta Pascual Cantería, un obrero de la construcción -«en Soria no hay otra cosa»- que viene a diario desde Cabrejas del Pinar y desayuna en el bar. «Todas las mañanas estoy aquí a las siete y cuarto, como un clavo. A veces llego antes que Gari y le cuido la puerta. Pero aquel día tenía vacaciones». Lo de la celebración larga no es ninguna tontería: Francisco Encabo, que trabaja en Muebles Soria, sí estaba en el local cuando los niños de San Ildefonso cantaron aquel 80.076, a los ocho minutos de empezar el sorteo. «Y aquí me quedé. Vino el jefe a buscarme, pero le dije que ese día no iba. Y al final no fui en una semana». Él, por ejemplo, se ha fundido buena parte de la ganancia en la boda de la hija, pero cada cual ha tenido sus vicios confesables. «Claro que sí, yo me lo he patinado todo en vicios -admite Elvira García-. Un abrigo de piel de bicho, un ordenador, cosas para la casa...».

A Gari se le va anchando la sonrisa cuando ve tan contenta a su clientela. «Es que esa alegría que di ha sido lo mejor de todo esto. Algunos me han venido llorando de emoción porque al fin podían pagar su pisito. Pero ojo, que también hay una contrapartida: amigos míos que justo ese año no llevaban lotería, gente que no la había comprado por la crisis... Seguro que todos esos se acordaron de mi padre veinte veces».

-¿Y tú, eres más feliz que antes?

-Yo siempre me lo he pasado de puta madre.

Vicente Lázaro, un jubilado con gorra de borreguillo, se acerca a la barra en su vehículo para minusválidos. Viene desde la cercana residencia de Los Royales para comprar lotería del Gari, pero se tendrá que volver de vacío, como tantos otros: «A lo mejor toca otra vez este año. Las tormentas vienen dos seguidas, la lotería no sé». A Vicente ya le cayó un pico «regular» hace siete años, de un décimo que compró en un viaje a Benidorm, pero se le ve un poco escéptico con esto de los juegos de azar. «La que más gana es Caja Duero -dice-. Yo lo que querría es ponerme bien, pero...». Y se va, con un zumbidito del motor.