El ministro Moratinos y la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, en la rueda de prensa que ofrecieron tras su encuento. :: AFP
ESPAÑA

Un mes de ayuno entre la impotencia de Madrid y la tozudez de Rabat

La salud de Aminatu Haidar, que mantiene su protesta, comienza a resentirse a causa del ayuno tan prolongado

MADRID. Actualizado: Guardar
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Un mes sin pan, sólo a agua con azúcar. Aminatu Haidar cumple hoy su primer mes en huelga de hambre, sin que las gestiones diplomáticas de España ni de la Unión Europea hayan logrado ablandar a Marruecos, que insiste en exigir a la activista saharaui que reafirme en público su condición de marroquí, una imposición que califica de «cuestión de honor». El Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero, que insiste en resaltar su condición de actor colateral en esta crisis, no sabe, a su vez, cómo salir de este laberinto.

Los intereses que comparten Madrid y Rabat en materias tan sensibles como la inmigración y el terrorismo -unido a una pingüe relación comercial- pesan más que la única exigencia expresada por Haidar para deponer su actitud: que le permitan regresar a El Aaiún con sus hijos, con o sin pasaporte. Lo que ha descartado la activista saharaui es pedir perdón, como reclaman las autoridades del país magrebí o aceptar la nacionalidad española -o el estatus de refugiada-, como ofrece el Gobierno de Rodríguez Zapatero.

Haidar, en resumen, se encuentra en la casilla de salida de un conflicto que va mermando su estado físico. Ayer se pesó en la farmacia del aeropuerto de Lanzarote y la báscula señaló 57,6 kilogramos. Los miembros de la plataforma que la acompañan y cuidan desde el primer día de su protesta no quisieron detallar cuánto pesó al iniciar la huelga de hambre. Haidar, de 42 años de edad y 1,65 metros de altura, ya estuvo más de un mes sin ingerir alimentos en 2005. Su gesto, apenas tuvo repercusión en la comunidad internacional porque lo llevó a cabo en una oscura prisión marroquí. No logró su objetivo, aunque mejoró su situación carcelaria.

La semana que viene se antoja clave para el futuro de la activista saharaui. Más allá de una posible solución diplomática o política que permita su regreso a El Aaiún, la justicia española deberá deliberar sobre una cuestión espinosa: alimentar o no a Haidar contra su voluntad. Los ministros Miguel Ángel Moratinos, Alfredo Pérez Rubalcaba y Celestino Corbacho han asegurado que el Gobierno no dejará, en ningún caso, que la saharaui fallezca, pese a su decisión de no ingerir alimentos. Haidar, que ha redactado un testamento vital, rechaza esa posibilidad y ha encargado a sus abogadas que se preparen para la batalla legal.

Las autoridades marroquíes han levantado el pie del acelerador, tras unas primeras declaraciones en las que advertía de una regresión en las relaciones hispano-marroquíes, si España se alineaba con las tesis de Haidar. En los últimos días, han desplazado el foco de sus iras hacia Argelia y el Frente Polisario, a los que acusa de instigar y manipular a la activista a la que, además, le reprocha haber «secuestrado» a la opinión pública española. Mientras, en el El Aaiún, los hijos de Haidar esperan con desconfianza la llegada de su madre. La Policía ha instalado un discreto cordón policial alrededor de su hogar y no deja acercarse a ciudadanos extranjeros ni a los representantes de los grupos de activistas prosaharauis que permanecen en la ciudad. Este colectivo defiende que lo que ha sucedido con Haidar forma parte de una estrategia de Rabat para impedir que los defensores de la causa saharaui puedan entrar o salir del país. La activista, de momento, no ha logrado hasta ahora su objetivo de retornar a casa, pero sí ha conseguido devolver la causa saharaui a la escena internacional para regocijo de los miles de personas que sobreviven en los campamentos de refugiados de Tinduf.