Unos falsos policías secuestran y apalean a un gaditano en Málaga
Los ladrones llevaron a la víctima hasta un descampado donde lo golpearon y le robaron 700 euros
CÁDIZ. Actualizado: GuardarNo había ninguna necesidad de ello, pero lo golpearon hasta quedar inconsciente. Ha pasado más de una semana y Miguel, ya de vuelta en casa, sigue aterrorizado. El secuestro se produjo el jueves de la semana pasada en Casares, el último pueblo antes de llegar a la provincia. La víctima salió de trabajar a las 18.00 y se paró a tomar un café. A la salida del bar, se dirigió hacia su coche cuando varios individuos se le acercaron por la espalda y le pidieron que los acompañara asegurando ser agentes de la policía secreta. Fue ahí donde comenzó el infierno.
Cuenta que al abrir los ojos se incorporó, caminó cien metros tambaleándose por un terrizo hasta llegar a la carretera y vio de lejos las luces de un vehículo. Le tranquilizó conocer al conductor. Pero el modo de actuar de su amigo le dio a entender en qué estado se encontraba. Le habían dejado la cara tan apaleada que costaba reconocerle.
Ahora reproduce la conversación con precisión. «Al principio no quería que subiera al coche, porque no sabía quien era. Se asustó al ver cómo estaba, los ojos hinchados y la ropa llena de sangre», explica el gaditano de 40 años.
Herido y magullado
De camino al hospital le contó lo que le había ocurrido. Unos hombres se hicieron pasar por «policías de la secreta», lo esposaron y lo introdujeron en un vehículo. Luego lo llevaron a un descampado y le dieron una paliza para quitarle los 700 euros que llevaba en la cartera. Miguel no dejaba de sangrar y pararon en el ambulatorio más cercano, pero los sanitarios lo derivaron al hospital al ver la gravedad de las heridas. Ingresó por Urgencias en La Línea con una hemorragia nasal y brechas por toda la cara.
Alertados por las heridas, el personal médico dio aviso a la Guardia Civil, que se topó con la tercera detención falsa de aquella misma semana. Mientras, la víctima sigue sin entender por qué la eligieron. «Debe ser una equivocación», piensa ahora y prefiere no dar más datos sobre la localidad en la que vive por miedo a que alguien pueda localizarlo.
«Los civiles no se lo explican y yo tampoco. No sé por qué me dieron semejante paliza. Piensan que ha podido ser una equivocación, o una banda rara que se dedique a esto. No tiene sentido. Me podrían haber quitado el dinero sin pegarme y sin llevarme a ninguna parte», afirma.
Los ladrones se mostraron violentos desde el primer momento en el que se subió al coche. «Al descampado llegue medio mareado de los golpes», recuerda. «Cuando paramos me bajaron y uno de ellos le dijo a los otros dos que se pusieran las capuchas, pero no hacía falta porque yo no los veía. Tenía los dos ojos hinchados y encima era de noche».
Siguieron pegándole hasta que, dice, perdió el conocimiento. «Me desperté y estaba tirado en medio del campo, hecho polvo y sin dinero. No me pude poner de pie hasta el quinto o el sexto intento». No quiere pensarlo, pero está convencido de que si su amigo no llega a pasar por aquella carretera habría estado perdido.