
Día 2: Voluntad aferrada al desierto
165.000 saharauis viven en condiciones extremas en los campamentos de refugiados
VALLADOLID Actualizado: GuardarPor la mañana, con las luces del día, todo se veía diferente. Tras casi un día entero de viaje, esa noche dormimos dos horas ya que los niños se emocionaron tanto con nuestra llegada y los regalos que a penas pudieron conciliar el sueño. Durante mis primeros momentos con la familia del pequeño Baba, que me acogió como un miembro más, aprendí mi primera palabra en hassani: sucran. No es casual que lo primero que pronunciara en su idioma fuera “gracias”, ya que la hospitalidad y cariño del pueblo saharaui va mucho más allá de lo meramente cortés.
Agarrada fuertemente al todoterreno que no dejaba de botar al atravesar el irregular camino, nos dirigimos a Rabuni, donde nos unimos al resto de la expedición. Allí, Fadel Mojtar, director del Complejo Nacional de Salud, nos mostró el hospital. “Disponemos de un nivel aceptable si lo comparamos con otros pueblos refugiados, y cubrimos todas las vacunas”, aseguró.
Sin embargo, echando un rápido vistazo a las instalaciones, era evidente que distaba mucho de la atención sanitaria del llamado primer mundo. Las camas, viejas y oxidadas, las paredes desconchadas y los suelos sucios eran para ellos, paradójicamente, un gran avance.