Artículos

A nuestro aire

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El presidente norteamericano Obama es el hombre que ha acumulado, en muy poco tiempo, más esperanzas. Por lo tanto, es el que tiene más probabilidades para congregar también un mayor número de decepcionados. Ya se sabe que «los pobres dan en creer en milagrerías y esperan que venga alguien a salvarlos». Ahora Obama, no sin esfuerzo, ha resucitado la cumbre del clima. Su plan consiste en recortar el CO2. Que es el enemigo público número uno, aunque sus ofensivas sean transparentes. Quiere que los debates de Copenhague lleguen a todas partes, incluso a sus congéneres los negritos del África tropical. Hay que llegar a un acuerdo político vinculante, pero así como no se puede huir del tiempo vital, ya que cada uno tenemos el tiempo, es extremadamente difícil escapar del tiempo climatológico. Los barómetros siguen sin obedecer a los presidentes de Gobierno.

La gente, después de este otoño disfrazado de primavera, se pregunta:

-¿Y si lo del cambio va a ser verdad?

Escasea tanto la verdad que no creemos ni siquiera lo que vemos, ni lo que sentimos a flor de piel. No hacemos caso a esa amenazante transformación, ni aquí ni en Kioto. Mientras no se vendan más jerséis nadie podrá convencernos de que no es un cuento chino el cambio de conducta de la Naturaleza, a pesar de que siempre ha tenido gustos contra natura. ¿Qué pasará si se derriten los polos árticos como si fueran polos de vainilla? A nuestro aire, que era de todos, lo están agrediendo por todas partes y en ninguna apartada orilla se podrá respirar. Si Barack Obama no logra el recorte de emisiones la catástrofe será inevitable. Lenta pero inevitable. Y además irrespirable.