Lula regaló una camiseta de la selección brasileña a Obama en una cita reciente. / AFP
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Lula abre su propia agenda mundial

La cita con el presidente iraní avala la apuesta del líder brasileño por una diplomacia sin exclusiones

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El respaldo que el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, brindó en Brasilia a su homólogo iraní Mahmud Ahmadineyad, cuestionado en el mundo occidental por su política de desarrollo nuclear, representó mucho más que la consolidación de un vínculo bilateral entre dos grandes países en desarrollo. Cada vez con más claridad, el Brasil de Lula, con buenos modales, desafía el orden global y se posiciona como un actor de peso para difundir una propuesta de política exterior que sintetiza la idea de que es mejor buscar consensos que aislar y estigmatizar a países conflictivos.

«Suena pragmático y hasta cínico, pero el objetivo es la paz», subrayan en círculos próximos a Lula. Con esta premisa, el antiguo líder sindicalista apoyó el derecho de Irán a avanzar en su programa nuclear, aunque pudiera parecer que también legitimaba al régimen islámico. A renglón seguido, además, subrayó que se debía seguir con el diálogo para «hallar una solución justa y equilibrida» al contencioso atómico.

Hasta aquí, nada haría pensar que pudiera contrariar a Barack Obama, que también ha apostado por un acercamiento a Teherán para intentar resolver el conflicto. Sin embargo, tanto en Washington como en Brasilia analistas y miembros de la oposición se han apresurado censurar un encuentro que, al parecer, gozó de cierto aval de la Casa Blanca. El subsecretario de EE UU para América latina, Arturo Valenzuela, aseguró al embajador brasileño en el gigante norteamericano que la visita del líder iraní sería «una oportunidad para transmitirle determinados mensajes». En este contexto, Lula pudo actuar entonces como un mediador y hasta habló de su voluntad de avanzar en la paz en Oriente Próximo, lo que convertiría a Brasilia en una nueva Oslo. Algunos creen incluso que el mandatario sudamericano podría ser candidato al Nobel de la Paz si persevera en esta línea.

Popularidad interna

En el último año de su segundo mandato, Lula goza de una popularidad interna que según las encuestas es superior al 80%. Su capacidad de diálogo, desarrollado en sus épocas de sindicalista, parece inagotable. Por impulso del presidente, el gigante sudamericano mantiene excelentes relaciones con India, Rusia, China y Sudáfrica. Y en materia diplomática tiene mucho que decir. La designación de Río de Janeiro como sede de los Juegos Olímpicos de 2014 puede convertirse en el trampolín definitivo para el país.

La filosofía de Lula ya ha sido sintetizada por el profesor de Harvard Roberto Mangabeira Unger, que hasta hace poco fue ministro de Asuntos Estratégicos de Brasil. «Lo que nos interesa es un orden internacional más propicio para las divergencias, los experimentos, los contrastes, el pluralismo de poder y de visiones», resumió. En esa aldea amplia y diversa que sueña Lula, habría lugar para todos.