Olas gigantes arrasan la faz de la Tierra gracias a los efectos digitales.
Sociedad

Apocalipsis '2012'

Roland Emmerich hace caso a las profecías de los mayas y se carga el planeta entero en 'el no va más' del cine de catástrofes

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El incendio de un colosal rascacielos inauguró un género que con el paso del tiempo y la evolución de los efectos especiales atrae a millones de espectadores. El gurú del cine catastrofista actual es, sin duda, Roland Emmerich, y su nueva apuesta comercial lleva fecha de caducidad: 2012. La premisa es la de siempre: mientras que Cádiz vive su Bicentenario, el científico bueno descubre que el fin del mundo está al caer. Trata de convencer a los poderosos y cuando lo logra ya es demasiado tarde. La superproducción de este año llega a las salas el próximo viernes, pero su equipo estuvo en el San Sebastián para promocionar una cinta que se resume a la perfección en su abracadabrante tráiler.

Emmerich, director de Independence Day y Godzilla, sabe cómo hacer de una vieja historia algo novedoso y atractivo. «Me fascina contar el relato más antiguo del mundo. Dios avisa a un hombre del desastre y le pide que construya un arca para salvar ciertas cosas. Siempre había soñado con hacer una versión moderna de algo así», revela en su discurso, siempre calculado y bien guiado por la firme mano del marketing.

El Arca de Noé ya no es una barcaza de madera llena de animales, ahora son grandes naves espaciales repletas de elegidos. ¿Y quién elige? Los que mandan. Porque entre el caos y la destrucción están los mensajes que el realizador alemán envía a quien quiere leer entre líneas. «Tengo un alto nivel de desconfianza en los políticos. Cuando a una persona le dan un cargo, pasa un tiempo y se siente con el derecho a hacer lo que quiere. Es algo habitual en el comportamiento humano. Y además, al existir los ataques terroristas y todo eso, se protege tanto a los políticos que los desconectan de la realidad, no pueden estar cerca del pueblo. Todo lo que hacen está como en una burbuja, lejos del mundo real. Y sí, temo que se sientan con el derecho de decidir por los demás», explica ante el final sin juicio que trata en su cinta.

La corteza terrestre se resquebraja provocando grietas enormes que se tragan edificios enteros, y el mago del retoque digital cuida al máximo los detalles en su nueva película. Si en Independence day se cargó la Casa Blanca y en El día de mañana pulverizó la Estatua de la Libertad, ahora le toca el turno al Vaticano. Con la Iglesia hemos topado. Las dobles lecturas se hacen más evidentes si tiras el edificio pontificio encima de los creyentes. «No creo en la religión organizada y pienso que la Iglesia católica ha hecho muchas cosas buenas, pero también muchas malas. No tengo remordimientos por haber destruido el Vaticano, sobre todo ahora que el Papa es alemán», confiesa el cineasta germano dibujando una pícara sonrisa en su rostro antes de sentenciar: «La fe y la religión no pueden ayudarte en momentos así. Si hay un terremoto no te refugies delante de una iglesia, porque puede que se te caiga encima».

Un padre divorciado con una vida un tanto caótica es el héroe del apocalíptico largometraje basado en una profecía real. «Hay miles de teorías sobre la profecía maya, yo simplemente la he utilizado para dar un toque de realismo al filme. Siempre está bien buscar algo que existe realmente para basar en ello una historia catastrofista. Es lo que hice en Independence Day con el Área 51», argumenta el creador experto en devastar.

Lo próximo, Shakespeare

Pero no rompe por romper, es lo que le ha tocado: vivir en Hollywood es lo que tiene. «No es que sea divertido destruir cosas, pero si trabajas allí sólo puedes elegir entre unos cuantos géneros: la ciencia-ficción, los superhéroes, los espías y los desastres. A mí no me gustan 007 ni Supermán. Algo de ciencia-ficción ya hice, pero el género al que yo creo que puedo contribuir en algo es al catastrofista. Suelo utilizar un reparto coral con buenos actores, inyectar imágenes impactantes y, de paso, transmitir ideas».

Y vaya si sabe impactar. En 2012 arruina, además de la Santa Sede, el Cristo Redentor de Río de Janeiro, la ciudad de Los Ángeles y la mismísima Casa Blanca, arrasada por un portaviones. España se ha salvado por los pelos, porque Sevilla estuvo en su punto de mira. «La reunión del G-8 iba a celebrarse allí y pensamos en destruirla, pero cambiaron a Vancouver», informa. Y el cambio de guión político nos salvó del cataclismo. Aunque el desastre fílmico parece que resulta rentable a nivel turístico. «Hace poco estuve en Moscú, y me preguntaron a ver por qué no había destruido el Kremlin. Es la pregunta más común, pero sólo se destruye lo que tiene cabida en la historia. No nos preguntamos a ver qué podemos destrozar, lo que sí buscamos son símbolos».

Quizá cansado de tanto caos o porque al aniquilar la Tierra ha tocado techo, la próxima aventura del alemán no tirará edificios, su nuevo objetivo es Shakespeare. «Llevo ocho años intentando hacer Anonymous, un relato sobre la autoría de algunos libros del literato inglés, sobre si los ha escrito él o no», anuncia un profeta cinematográfico descreído que juega con la realidad y disfruta provocando. Y si el mundo está a salvo o no, eso ya es otra historia.