ANÁLISIS

Triste almuerzo

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E l almuerzo lo dijo todo. Cuando Durao Barroso y otros responsables europeos acudieron el miércoles a la Casa Blanca para comer y comenzar la cumbre entre la UE y EE UU, Barack Obama no se quedó. Después de una breve reunión de cortesía, Obama dejó al vicepresidente Biden como anfitrión. Queda la duda de si el líder estadounidense hubiera hecho lo mismo con un Blair como presidente europeo, pero lo más preocupante para los miembros de la Unión es que no es la primera vez que han tenido que soportar el desaire de Obama. Cuando estuvo en París, prefirió pasar más tiempo con su familia haciendo turismo que visitar a Sarkozy en el Elíseo. Y cuando Gordon Brown le pidió diez minutos a solas en la cita del G-20 en Pittsburgh, la contestación fue negativa.

Mientras muchos en Europa se mantienen eufóricos por su victoria, la frustración de Obama por la flaqueza de la UE es cada vez más evidente. Los gobiernos europeos quieren ganarse su amistad individualmente, pero, en conjunto, la Unión es incapaz de responder a la agenda de Washington. Aunque Obama aspira a un nuevo comienzo con el mundo árabe, Francia y Alemania bloquearán la entrada de Turquía en el club europeo. La influencia de EE UU fue decisiva para apaciguar los Balcanes; el próximo paso sensato sería un proceso de ampliación para incluirlos en la UE. Sin embargo, cinco países europeos, por razones distintas y muy propias, no reconocen Kosovo. Obama solicitó más ayuda de Europa en Afganistán incluso antes de ser elegido, en vano en muchos casos. Ante Rusia, la desunión de la UE es total, aunque siempre mira por encima del hombro para comprobar si el 'gran hermano' estadounidense sigue ahí para protegerla. Hay un sinfín de etcéteras que se podía añadir a la lista de desencuentros entre las políticas de Washington y los Veintisiete. Lo que busca la Administración Obama de Europa es un socio: unido, coordinado, preparado para tomar decisiones conjuntas y desempeñar un papel global. Pero de momento no existe. No es de extrañar que un informe publicado esta semana por el European Council on Foreign Relations sostenga que, «visto desde Washington, hay algo casi infantil en el comportamiento de los gobiernos europeos -cada uno quiere llamar la atención, pero evitan asumir cualquiera responsabilidad-». Es un comentario triste. Cabe preguntarse si hubo tiempo para reflexionar sobre él en la sobremesa o si Biden se retiró con prisa, con cosas más importantes que hacer.