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Sin empleo no hay recuperación, a pesar de los buenos síntomas

NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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Con su habitual cautela cuando habla de economía, Barack Obama no ha aprovechado la subida de un 3.5% del PIB de EE UU en el último trimestre para proclamar a los cuatro vientos que su país ha salido de la recesión. El dato era más que tentador para darse lustre en el momento que se cumple un año desde su histórica victoria electoral.

Prefirió reconocer ante sus ciudadanos que, pese al éxito de sus políticas de estímulo, no hay un horizonte claro para que el alto índice de paro, que afecta a casi el 10% de los norteamericanos, vaya a reducirse a corto plazo. Más bien se espera que todavía suba un poco más, al menos los primeros meses del próximo año.

Los buenos datos macroeconómicos no sustituyen al crecimiento del empleo y, por tanto, la percepción general sobre una pronta salida de la crisis. El mandatario parece tener claro que mientras no se disipe la fuerte incertidumbre sobre la capacidad de las empresas norteamericanas de generar los millones de puestos de trabajo perdidos el último año, su popularidad continuará baja.

Todo indica que su Gobierno se verá obligado a poner sobre la mesa nuevos planes de estímulo para acompañar el lento resurgir de la economía. Nadie -menos los líderes republicanos- puede negarle que la receta le ha funcionado hasta ahora, pese al gigantesco déficit presupuestario que ha generado. Un problema menor, especialmente desde el punto de vista electoral, si en los próximos años el presidente logra transmitir la idea de que su principal herramienta para combatir la crisis sirvió para que el país volviera a la senda del crecimiento.

Quizás Obama sólo necesita reconocer la dura realidad y dar cuenta de dónde se producen mejoras. Por ejemplo, en obras públicas, una de las grandes prioridades del plan de estimulo. La mejora de carreteras ha recibido el mayor impulso desde la construcción de la red interestatal en los 50, así como las mayores inversiones de la historia en educación, investigación y energías limpias. «La economía que queremos es una que no se sustente en tarjetas de crédito fundidas», sostiene.