NADANDO CON CHOCOS

Un buen soldado

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En este mundo los hay que son tontos y pesados. Esos llegarán lejos, a ministro tal vez. Luego están los demás, con mayor y peor suerte. Y entre esos, los buenos. Al que escribe, y nunca hay que escribir del que escribe, se le va hoy uno de los buenos. Daniel Pérez, un hombre canoso, menudo y que, según las mujeres, posee un halo arrebatador de intelectual complejo.

Paparruchas. Al lector le interesa que el Sr. Pérez escribe. Tiene el don de la escritura, del relato más allá de la entradilla, de la titulación ingeniosa sin estridencias, de la opinión certera, del interés a través del abismo infernal del tercer párrafo.

Daniel Pérez salió de Puerto Serrano y allí vuelve tres años después, con más canas y más oficio. El mundo global tiene sus cosas buenas, entre ellas que podrán seguir leyéndole. Hay en esta despedida un ejemplo aprendido. Que España tiene, entre otras, la deuda histórica de reconocer y recompensar el talento del de al lado, del de abajo. De darle lo suyo al brillante. De no asustarse de su talento, de darle alas, de no taparlo por miedo a que le tape a uno. Cuando este miserable país deje de frenar al válido por temor a que le coma las papas en lugar de aprender de él, quizás comience a crecer.

La vergüenza no permite un relato lacrimógeno de las mil batallas en las trincheras de papel del periodismo imposible del siglo XXI. Pero sí una sola imagen. Después de la campaña heroica de la Easy Company desde Normandía hasta la cuna del Führer en las montañas de Austria, un soldado le confesó a su teniente que no sabría cómo explicar todo aquella historia en casa, a su familia. «No hay nada que explicar. Sólo que ha sido usted un buen soldado». Es más de lo que pueden decir muchos generales.