Arrepentida
Actualizado: GuardarLa peregrinación a la Virgen de Guadalupe, si uno de verdad quiere que se obre el milagro, hay que hacerla de rodillas. Esa Virgen está en México y Ana Obregón en Madrid. Pero, tal es la necesidad de indulgencia de esta mujer que empezaba a creerla capaz de peregrinar arrodillada desde la capital de España hasta el florido santuario de Guadalupe sin reparar siquiera en que de por medio hay un océano. Ana Obregón ya no sabía qué inventar para que Cayetano Martínez de Irujo la perdonara y detuviera de una vez por todas el proceso judicial que inició hace diez años con la sana intención de enviarla directamente a la cárcel. No he visto estos días la cara de Cayetano, pero me imagino su perplejidad (y no sé si también un ligero y retorcido regocijo) ante el despliegue de arrepentimiento que ha representado (con gran éxito de crítica y de público) esta singular actriz.
De entrada, Obregón ha comprendido que para ser perdonada primero hay que perdonar. Y así, predicando con el ejemplo, jura haber retirado todas las querellas y demandas que ella misma había interpuesto. Supongo que en un intento desesperado de que, en este desapacible otoño, Cayetano sucumba al contagio. El paso siguiente consistió en minar la conciencia de su acusador por la vía del victimismo. «Si voy a la cárcel, seré Juana de Arco», proclamó heroica hace unos días. Y añadió: «Toda mi vida me he metido en líos por defender a los otros». «¿Daño yo? Pero si en la universidad trabajaba con moscas y era incapaz de matarlas». «A mí me han crucificado...» ¿Gandhi, Jesucristo, Juana de Arco? Detente, Obregón, o acabaremos pensando que Cayetano estaba a punto de perpetrar un magnicidio. Sólo abandona Anita su beatitud cuando le mencionan a su ex novio, Darek, y a su rival, Susana Uríbarri (para ella, la innombrable). Pero esa maldad es el punto débil que requiere toda hagiografía para ser creíble. Y es que no hay santa que no salte cuando le pisan el callo.