El buen tiempo acompañó el regreso. / ESTEBAN
Jerez

Demostración de clase y elegancia en la calle Medina

La hermandad del Miércoles Santo regresó a su sede canónica

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F ue en San Miguel donde se vivieron los momentos más intensos de la jornada. Fue en ese barrio al que parece que pertenece la cofradía de la Amargura. Un barrio en el que cada año el tiempo se detiene para que la Amargura y las Angustias se encuentren frente a frente. Un barrio que quiso esta vez abrazar desde sus entrañas más profundas a la cofradía de los azules eternos.

La hermandad del Santo Crucifijo recibía corporativamente a la hermandad del Miércoles Santo, mientras que los sones de la Juvenil de Triana llenaban el aire de melodías imposibles. Sonó con fuerza la marcha que ha compuesto Paco Cepero, y el paso de la cofradía por la calle San Miguel descubrió una de los más hermosos rincones para ver una cofradía, hasta ahora propiedad del Santo Crucifijo y María Santísima de la Encarnación.

Hasta ese momento, la hermandad había diseñado uno de los recorridos más sorprendentes de cuantos se recuerdan para una procesión extraordinaria. Hasta ese momento. la cofradía de la Amargura había vivido unos intensos momentos en la Catedral jerezana. Hasta ese momento, la hermandad había planteado una procesión extraordinaria modélica, con unos actos preparativos de primer nivel con conferencias, cultos y meditaciones. Hasta ese momento...

Pero ese momento cambió el sentido de lo realizado, porque el Señor de la Flagelación se hizo dueño de su hermandad, dueño de su cofradía. Dueño de todo y de todos, en una cofradía que vive bajo el eterno manto azul de la Amargura. Poco importaban ya el maravilloso ciclo de conferencias que la corporación está desarrollando en torno a la imagen del Flagelado, o el solemne Pontifical que presidió, horas antes, el prelado de la ciudad, monseñor Mazuelos. Poco importaban porque los cofrades vivimos de los sentidos, y éstos se agudizan, y de qué manera, cuando el incienso, la corneta y el tronar de un martillo rompen el silencio que se produce en una calle en la penumbra de la noche.

Y sin embargo, no deberíamos pasar por alto la preparación que ha hecho la cofradía, y el esfuerzo que ha realizado la Junta de Gobierno por dotar de contenidos a una celebración que habla por sí sola de la importancia que tiene para el arte religioso de la ciudad la imagen que tallara Jacome Baccaro hace la friolera de 250 años. Llevan trabajando mucho tiempo atrás para que todo salga redondo, y la procesión de ayer fue una nueva demostración de las buenas maneras que están demostrando últimamente las hermandades y cofradías jerezanas.

Capítulo aparte merece la banda de Sa Juan Evangelista. La Juvenil de Triana se ha adaptado a Jerez gracias a su participación tras el paso del Santísimo Cristo del Amor, y ha vuelto a confirmar que es necesario, en un evento de estas características, apostar por la calidad para dar mayor realce a lo que ponemos en la calle. Sonó afinada, potente, contundente en la ejecución y nítida incluso en los espacios abiertos. Un bandón que ojalá, ya que el campo sevillano lo tiene acotado por su hermana mayor, viniera más por Jerez.

En conclusión, una procesión de las de siempre, pero con toda la categoría que le imprime ser la hermandad de la Amargura, una de las señeras de la ciudad, y una de las que mejor sabe hacer las cosas nuestra Semana Mayor.