Millet y el presidente de la Generalitat, José Montilla. / EFE
ESPAÑA

El caso de Millet y el Palau convierte el 'oasis catalán' en un espejismo

El desvío de 20 millones de euros salpica a los partidos y desata una guerra entre jueces y fiscales

BARCELONA Actualizado: Guardar
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La sociedad catalana vive entre estupefacta e indignada. El desvío de 20 millones de euros del Palau de la Música realizado en los últimos cinco años por los responsables de la institución, Fèlix Millet y Jordi Montull, no ha hecho sino corroborar que el mito del oasis catalán, como contrapunto a la corrupción de otros lares, se ha diluido como un azucarillo.

Desde que hace cuatro años el ex president de la Generalitat, Pasqual Maragall, acusara a CiU de financiarse a través de las comisiones por obras públicas -«ustedes tienen un problema que se llama 3%», dijo- la quimera de una Cataluña entendida como un remanso de las buenas formas frente al resto de España, que haría el papel de árido y corrupto desierto, se ha derrumbado poco a poco hasta desplomarse. El último capítulo, el escándalo multimillonario del Palau de la Música, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y ejemplo en otros tiempos del buen hacer de la sociedad civil catalana.

El escritor Antoni Puigverd resumía el sentir ciudadano respecto al caso Millet: «descubrir que los nobles antepasados de la Renaixença (movimiento cultural catalanista del siglo XIX), el modernismo más preciosista y los armónicos ecos de Bach y compañía están cubiertos por la densa capa fecal acumulada a lo largo de los años por el inefable Fèlix Millet provoca algo más que indignación, estupor o vergüenza ajena. Provoca un aumento sideral del sentimiento de desconfianza civil».

Construido entre 1905 y 1908 como sede del Orfeó Català, el Palau es un patrimonio simbólico y sentimental de Cataluña. Así lo definía Millet hace un año: «el Palau es representativo de un nacionalismo y un sentimiento catalán; un Palau hecho entre todos y que todos sentimos como nuestro».

La lista de miembros de sus órganos directivos es un crisol de la burguesía catalana. Allí están empresarios y banqueros, Mariona Carulla (hija de Lluís Carulla, creador del grupo Agrolimen y mecenas del catalanismo), Leopoldo Rodés, Isidre Fainé, Joan Gaspart, Enrique Lacalle, José Luis Núñez y Enric Reyna. Pero también políticos y exponentes del mundo de la cultura, como Jordi Pujol, Arcadi Calzada, Jorge Fernández Díaz, Marta Ferrusola, Montserrat Caballé, Josep Carreras, Plácido Domingo, Xavier Bru de Sala, Teresa Berganza, Núria Espert o Daniel Barenboim.

Implicaciones políticas

De momento, el caso Millet no ha empapado a nadie más que al reducido círculo familiar y de confianza del otrora prohombre y «señor de Barcelona», si bien empieza a salpicar ya, y mucho, a los diferentes estamentos de la sociedad catalana. Los primeros afectados han sido los partidos, en especial CiU, que pudo financiarse a través de las donaciones de Millet. Aunque el sumario del caso no lo recoge, parece evidente que el Palau aportó dinero a la Fundación Trias Fargas, afín a los convergentes.

Pero no sólo CiU puede salir enfangada con el tema. La formación nacionalista reclama una revisión de las cuentas de la Rafael Campalans, fundación de los socialistas. El PP también ha salido a colación, pues la fundación FAES habría recibido fondos del Palau mientras gobernó José María Aznar. Media Cataluña política se echó a temblar cuando el director de la fundación Ramon Trias Fargas, amenazó con tirar de la manta. «Si me presionan -dijo- entonces lo explicaremos todo. Haremos una escampada generalizada de sospecha de todo y meteremos en crisis el sistema. Y esto es como Italia».

Según una encuesta de la televisión pública catalana, el 56% de la población cree que los políticos tienen la culpa en el caso Millet. Eso sí, la mayoría cree que no se llegará al final. «Había una complicidad silenciosa, todo el mundo miraba hacia otro lado», señala Francesc Torralba, de la Universitat Ramon Llull. «Ha habido voluntad de fraude en connivencia con otros», añade el auditor Albert Folia.

La segunda derivada del caso es la judicial. Con la negativa del juez que instruye el caso, Juli Solaz, de decretar prisión preventiva para Millet y Montull se desató la guerra de togas. En una medida sin precedentes, el magistrado ofreció una rueda de prensa para explicarse, que fue contestada días después por la Fiscalía, que compareció ante los informadores para pedir la prisión de los ex directivos.