ANÁLISIS

La semana exterior

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El presidente Zapatero ha dedicado la última semana a la política exterior, poco después de haber participado en la Asamblea General de Naciones Unidas y en la reunión del G-20 en Pittsburgh. Esta intensa actividad internacional contrasta con lo acontecido durante casi cinco años y medio de Gobierno, en los que apenas ha dedicado tiempo y esfuerzos a la UE o a trabajar en la defensa de los intereses de España en el exterior. En las contadas veces que lo ha hecho, se ha deslizado hacia posturas excéntricas e ideologizadas -la amistad con Chávez y compañía, la fantasmagórica Alianza de Civilizaciones- y el Ministerio de Asuntos Exteriores no ha podido ni ha sabido cubrir esta ausencia de iniciativas y de rumbo. Sin embargo, cabe preguntarse si, tras la visita de Zapatero a la Casa Blanca y su viaje por Oriente Próximo, el presidente está empezando a adquirir por fin una cierta inclinación y un interés real hacia los asuntos internacionales, como hicieron en su segunda legislatura Felipe González y José María Aznar; o si bien se trata de un fogonazo aislado en la oscuridad.

Me inclino por pensar lo segundo: viajando más no se pone remedio a la falta de visión de conjunto y de estrategia en la política exterior del Gobierno. Visitar Washington era un asunto obligado para Zapatero después de haber prolongado en exceso su mala relación con EE UU y de haber vuelto a meter la pata con la retirada sin consultar de las tropas españolas en Kosovo. Pero elegir Oriente Próximo como asunto en el que volcarse en los próximos meses parece más bien una intuición y un capricho que una línea de actuación bien pensada. En esta región lo mejor que puede hacer España es reforzar la posición de la Unión Europea.

Con la misma óptica realista, nuestro país debería volver su mirada de manera prioritaria hacia Iberoamérica y el Magreb y tratar de protagonizar una buena presidencia de la UE en el primer semestre de 2010 centrada en la puesta en marcha del Tratado de Lisboa, a pesar de que la situación económica española nos reste credibilidad en Bruselas. Para afianzar nuestra posición en la Unión sería bueno también repensar nuestra anunciada actuación en el Tribunal de la Haya contra la estatalidad de Kosovo de la mano de Rumanía, Chipre, Serbia y Rusia, un club en el que no deberíamos seguir ni un minuto más.