La era de la revolución digital
La industria literaria se tambalea. Nuevos soportes de lectura cobran fuerza y Google lanza un nuevo reto al sector
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La era digital ya ha llegado. Ha entrado de lleno en todos los ámbitos, sin excepciones. Los modelos de manejar los mercados cambian, evolucionan, se transforman. Algunas figuras desaparecen y otras, en cambio, ven nuevos horizontes y oportunidades de negocio. Y el mundo literario no está ajeno a esta situación. La digitalización de libros, el interrogante sobre cómo llevar la gestión de este mercado, así como la aparición de nuevos soportes de lectura han hecho que los cimientos en los que se basa la industria literaria se tambaleen. Por completo.
Por ello, cada actor que interviene en el proceso de creación está fijando sus posiciones, delimitando hasta dónde llegan sus derechos. En definitiva, se están sentando las bases que regirán el negocio. «Nos encontramos en los comienzos incipientes de una revolución digital», asegura contundente el especialista Chechu Barandiarán. «La situación es dinámica y cambiante», coincide Javier Cámara, propietario de la famosa librería Cámara, pionera en toda España en temas de digitalización.
La polémica estallaba hace unas semanas, cuando la empresa Google llegaba a un acuerdo con autores y editores de Estados Unidos según el cual se comprometía a pagarles el 63% de los beneficios obtenidos por la digitalización de sus obras. «Hace unos cuatro años, Google comenzó a digitalizar fondos de las bibliotecas americanas, tanto los libres de derechos como los que no lo estaban, de manera que los autores y editores pidieron una compensación económica. Ahora, esa negociación ha dado sus frutos mediante el pago de una cantidad cerrada», explica Barandiarán. «Es ahí cuando surgen los problemas sobre quién posee los derechos de explotación de estos contenidos, ya que nada está claro», destaca Cámara.
Desde ese momento, el debate se traslada a Europa, donde los expertos coinciden en asegurar que la situación es bien distinta, sobre todo, porque existe un mayor control por parte de las instituciones. «Tenemos una ventaja muy clara respecto de Estados Unidos, y es que hay más tradición sobre los derechos de autor. No sólo eso: también la legislación es menos flexible que la americana», reconoce Barandiarán. La clave está en llegar a un acuerdo económico, ya que los autores y editores no están en contra de que sus obras sean digitalizadas. De hecho, nada más lejos de la realidad. «El fin último de este colectivo es que su obra se difunda, pero debe haber una compensación justa económica por ello», resuelve Magdalena Vinent, directora general de CEDRO, el centro español de derechos reprográficos.
A raíz de esta polémica, CEDRO se ha puesto en contacto con los autores para explicarles cuál es su situación y exponerles las medidas que se puede tomar, ya que el acuerdo al que ha llegado Google se suscribe a todos, independientemente de su nacionalidad. «Hemos informado a todos nuestros socios sobre este asunto y nos hemos ofrecido a reclamar una posible indemnización. Más de 9.000 autores y 700 editoriales ya nos han confiado esta gestión», explica Vinent.
Batalla de contenidos
La batalla de los contenidos digitales no acaba aquí. Tras la iniciativa de Google por avanzar en este asunto, Yahoo y Amazon –las otras compañías que entran en juego en el mercado– le han acusado de monopolizarlo, y se han erigido como los defensores del libre conocimiento, lo cual genera desconfianzas en el sector. «Google sí es la única empresa que está realizando esa labor de la que hablamos, pero porque otras compañías no se han preocupado por hacerlo, no porque no les deje actuar», explica Barandiarán.
En este punto, también entran en juego las librerías, que tras la aparición de este mercado emergente, están barajando la posibilidad de comercializar ejemplares a través de la red. En definitiva, se abre una nueva forma de negocio. «La librería Cámara hemos sido de las primeras en llevar a cabo esta iniciativa en Europa. En estos momentos, los ejemplares que tenemos digitalizados en castellano rondarán el millar y son varios miles en inglés. En este sentido, el mercado anglosajón está bastante más desarrollado», destaca el librero Javier Cámara.
Pero aquí no acaban los problemas. Google tiene previsto sacar a la venta antes de que acabe el año ejemplares que ya están colgados en la red con su correspondiente gestión de derechos. Todo en orden, si no fuera porque los cambios introducidos pueden variar los modelos en los que se basa el mercado. «El autor no tendrá por qué pasar por el editor ni por las librerías para llegar al público. Directamente, a través de Google Books, el público podrá adquirir los libros», detalla Barandiarán. En definitiva, se democratizará el acceso a los contenidos, aunque también desaparecerán los filtros de calidad, que es la función de los editores. «Se eliminarían los intermediarios», sostiene el asesor.
Obstáculos aparte, en la actualidad la situación es bien distinta y los expertos coinciden en que no hay que adelantarse a los acontecimientos. Mejor ir paso a paso. Hasta la fecha, Google comercializa libros, pero al estar vigentes aún los derechos de autor, deriva al usuario a un portal de venta, como El Corte Inglés o La Casa del Libro. «Si en un futuro se salta este paso, el producto pasaría directamente al consumidor, así que la cadena se rompe. Y no se sabe muy bien en qué va a afectar a las editoriales y librerías», matiza Carlos Muro, de la distribuidora Bitarte.
En medio de esta maraña, hay quien insiste en la necesidad de aprovechar este nuevo mercado para replantearse cuestiones, como la duración en el tiempo de los derechos de autor. Y es que es la oportunidad idónea para sentar las bases y corregir errores. Desde cero. «Ahora mismo, los derechos de autor se extienden hasta los 70 años después del fallecimiento de la persona. La cuestión es cuánto tiempo merece la pena mantener esa compensación. Hay que replanteárselo, porque estos derechos en el soporte digital pueden variar respecto del papel y disminuirse. Por ejemplo, ¿por qué si cada vez la información dura menos tiempo, los derechos de autor se prolongan más? Son cuestiones sobre las que hay que reflexionar», plantea Barandiarán.
Y no pasa por alto otro aspecto. «El archivo digital cada vez será más copiable y manipulable, de manera que las tecnologías propietarias deberán incidir en la forma de acceso a los datos, esto es, por ejemplo que sólo puedas leer la información si estás registrado. Habrá que llevar un control», expone.
Lectura electrónica
Después de analizar esta industria, queda claro que las novedades introducidas engrosan una larga lista de polémicas, levantan ampollas y generan suspicacias. Pero también la hacen evolucionar. Eso sí, los cambios y el consiguiente replanteamiento no sólo se reducen a cuestiones sobre la comercialización de fondos, sino también a la aparición de nuevos aparatos que pueden dar un giro de 180 grados al mercado. Radical.
Desde hace un par de años se está vendiendo un nuevo soporte de lectura: unos aparatos de electrónicos–el primero en salir a la venta fue en Kindle, de la empresa Amazon– que se asemejan a una PDA gigante. «Estaríamos hablando de una pantalla del tamaño de un libro que no emite luz, de manera que no cansa la vista. Es algo muy novedoso», asegura Carlos Muro, de Bitarte. «Ahora mismo, en el mercado hay cuatro o cinco marcas. Los precios oscilarían entre los 250 y los 600 euros. No pretenden acabar con el libro tradicional, sólo se trata de otro soporte más, de una forma distinta de enfrentarse a un texto en el que te descargas los contenidos y los lees en la pantalla», aclara. «No conlleva la desaparición del libro, sino que es otra forma de lectura», matiza Javier Cámara.
Las ventajas que ofrece son «incontables». «Estos dispositivos permiten variar el tamaño de la fuente en la que estamos leyendo, lo que es perfecto para personas con problemas en la vista. Además, disponen de una autonomía de energía y pueden llevar pilas, sin olvidar que permiten subrayar elementos, realizar búsquedas ...», analiza Muro.
Principalmente, estos aparatos están pensados para una persona con perfil profesional de un nivel adquisitivo medio-alto que compra este producto tan novedoso «por curiosidad». «Las cifras de venta no son importantes por el momento, pero sí que se trata de una tendencia al alza», incide Muro. «Es muy cómodo para temas de trabajo. Por ejemplo, para una persona que esté realizando una tesis, porque así no hace falta llevar todos los papeles. Se llevan en este dispositivo y punto. Es otra de sus ventajas: la facilidad de su transporte», advierte Cámara.
Lo único que queda por determinar son los contenidos que van a funcionar y los que no para la utilización en este nuevo soporte. Y es que no todo tiene cabida en el mercado. «Por ejemplo, ya nadie se acuerda de que no se venden libros de Derecho ni científico- técnicos. Para obtener datos sobre estos temas la gente se descarga los contenidos de la red. Por lo tanto, habrá que determinar qué materias funcionarían en este sistema», explica el experto Barandiarán.
La maraña de productos, ofertas y posibilidades que ofrece la digitalización son numerosas y aún quedan muchos caminos por explorar. Sólo el tiempo determinará hacia dónde se dirige este mercado incipiente. «Aún estamos en etapas predigitales, pero en un futuro habrá que regular toda esta situación en el momento en que se controle el medio. Ya veremos qué pasa en el futuro», concluye Muro.