ANÁLISIS

Secuestros marítimos

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L os somalíes no se consideran a sí mismos verdaderos piratas. A diferencia de los que pululan por otras aguas del mundo, no buscan hacerse con el barco, ni apoderarse de la carga. Se han especializado en pedir rescates, tanto de los navíos como de las tripulaciones, convirtiéndose en secuestradores marítimos que persiguen recuperar lo que en justicia creen que les corresponde. Que no es más que lo que han dejado de percibir, desde que en 1991 desapareciera el Gobierno de Siad Barre, en concepto de derechos de pesca de los abundantes bancos de atunes y gambas, calculados en unos 70 millones de euros anuales. Al tiempo que imponen una especie de peaje a los barcos que transitan por sus aguas, las cuales contaminan realizando prácticas prohibidas en otros países.

Con el notable incremento de los ataques, y a una media de 700.000 euros por barco secuestrado, los piratas ya se van aproximando a la cifra que consideran les pertenece. En 2008, la estimación fue de unos 60 millones de euros. Y en 2009 esperan superar la cifra, tras unos 160 intentos de secuestro de los que 42 han tenido éxito. Estas cifras no sólo pueden parecer muy altas, sino que sin duda representan un buen negocio en un país tan sumamente pobre. Pero poco significan en el contexto internacional, si se tiene en cuenta que por esos mares navegan 20.000 barcos al año y pasan más de cuatro millones de barriles de petróleo al día. Lo que hace que la gran mayoría de las navieras opten por arriesgarse a la posibilidad de sufrir un secuestro, al considerar que es menos costoso pagar el ocasional rescate que adoptar otras medidas, sean rutas alternativas o dotar a los barcos de alta protección. Sobre todo teniendo en cuenta que los pagos terminan por ser realizados por las grandes aseguradoras, que habitualmente cubren explícitamente este riesgo. Excepto en el caso de los barcos norteamericanos, que no suelen tener esta cláusula, motivo por el cual Estados Unidos acostumbra a reaccionar con métodos más expeditivos, ejerciendo su política de ni concesiones ni rescates.

Y en el medio están las marinas de guerra occidentales. Cuando algunas voces clamaban por su fuerte reducción por no tener cometidos en las actuales y previsibles futuras guerras asimétricas -que se desarrollan fundamentalmente en escenarios terrestres-, han vuelto a encontrar en el Índico su razón de ser.