Sociedad

Antony Beevor retrata el Día D en el nuevo ensayo que presenta en España

COLPISA MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El 3 de junio de 1944, mientras miles de soldados y cientos de buques y aviones aliados preparaban el asalto final a la Europa ocupada, Adolf Hitler, vestido con su guerrera gris, presidía en Berghof (su residencia alpina) la boda de la hermana mayor de Eva Braun con un jefe de las SS. Faltaban tres días para el desembarco de Normandía, pero el Führer -al tanto de los planes de Churchill y Roosevelt- se sentía seguro. Deseaba que el enemigo enseñara pronto la cara para partírsela contra el muro Atlántico, la fortaleza de hormigón que protegía la costa oeste del continente desde Noruega hasta la frontera española. Una vez vencidos los británicos y estadounidenses, podría dedicar todas sus fuerzas a poner de rodillas a Rusia. Después, el mundo sería suyo.

El mando aliado lanzó el 6 de junio la operación Overlord, el mayor ataque aeronaval de la historia, cuyo éxito abrió la puerta a la derrota final de Alemania. Una ofensiva que el historiador Antony Beevor recrea en su libro El día D, la batalla de Normandía (Critica). La obra arroja nueva luz sobre este capítulo decisivo de la II Guerra Mundial gracias a años de trabajo en una treintena de archivos de media docena de países.

Ni héroes ni cobardes

«He sacado a flote testimonios de los diarios que los soldados escribieron sobre el terreno, un aspecto de la contienda que han pasado por alto otros historiadores y que a mí me interesa sobremanera», explicó el autor de Stalingrado y La guerra civil española, obras que han sido traducidas a más de treinta idiomas. «Deseché los testimonios de los combatientes que han sobrevivido porque los recuerdos, a medida que pasa el tiempo, se maquillan y se alejan de la realidad».

Beevor ha utilizado informes militares y testimonios inéditos de los soldados que regaron con su sangre las playas y pueblos normandos. Ese material fue recabado in situ por documentalistas empotrados en la fuerza aliada. «Me interesan más los sentimientos de los soldados que lo que les obligaban a hacer», observó. «El individuo de carne y hueso, antes que la colectividad, es lo que he salido a buscar». En su opinión no hubo héroes ni cobardes durante el desembarco de Normandía. «Cobarde es el oficial que huye y abandona a su pelotón; que un chico de 20 años pasara miedo en aquellas playas es normal».