TRIBUNA LIBRE

La figura del aprendiz

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

En el actual mercado de trabajo se han cambiado muchas denominaciones y muchas categorías laborales por nombres muy sofisticados y comparativos a otras nacionalidades, pero que en definitiva son los mismos, pero con distintos collares. Es curioso observar cómo de obrero se pasan a productores, de empresarios a empleadores y de sindicalistas a agentes sociales. Todo ello para darles un matiz innovador y una apariencia de nuevo mercado laboral. Pero si hasta aquí ello es normal, pues todo evoluciona, no comprendo cómo determinadas figuras del mundo laboral como son quienes empiezan su vida en el mismo no se les halla dotado de la suficiente pericia para lanzarlos a una vida nueva llena de vicisitudes y de larga experiencia, ya que ello es vital en este mundo tan complejo como es el del trabajo.

Muchos prestigiosos conocedores de las relaciones laborales y políticos progresistas se les llena la boca hablan y hablan de aquella desaparición radical del aprendiz, llegando incluso a culpar que en gran medida esa desaparición es muy responsable de la falta de formación de muchas plantillas de trabajadores y del desempleo. Ciertamente es lógico y yo lo apoyo, pues mi dilatada vida profesional de operador jurídico y asesor de empresas y trabajadores me ha convencido de ello. Hay que aclarar cuál es la regulación jurídica de la contratación de aprendices, nombre muy acertado y que es eso puro y duro, qué misión debe tener quién con poca experiencia laboral se bautiza en sus primeros días de trabajo y es llanamente un simple aprendiz que día a día y de la mano de sus empleadores mira y observa cuál es el trabajo que realiza, lo memoriza y lo hace realidad por esa experiencia que su tutor o monitor le han dado e impregnado en él.

Hoy la nueva figura del contrato de formación con el que se ha querido recuperar al de aprendiz, es no sólo inadecuada, sino que no sirve para nada, pues esa formación que para algunos es el no va a más, ha sido en muchos casos una fuente de ingresos para otros, ya que la venta de libros incluidos que sólo sirvieron para recopilarles una aparente formación, al final ha terminado en sanciones de la Inspección de Trabajo al comprobarse que de formación nada de nada.

Pero dicho esto, hoy no tenemos ninguna figura nueva que sustituya al aprendiz. Es peor, no se ha tomado ninguna medida alternativa que permita a las empresas poder contratar aprendices para que así no se pierda ese cauce de preparación practica y ocupacional de estos jóvenes que no hacen más que cursos y más cursos y que a la hora de la verdad nadie les contrata, pues su formación real «a pie de tajo» no la tienen, pero eso sí, le hemos dotado de un nuevo nombre rimbombante cual es el «contrato para la formación», algo inservible en la mayoría de los casos, con certificados inclusive, pero que desgraciadamente no sirven y que suenan muy bien. Hay que volver a aquellos contratos de aprendizaje que tenían una duración de cuatro años y por los que se formaron gran cantidad de magníficos oficiales, que existen todavía en estos momentos y cuántos aprendices de comercio, hostelería, construcción, siderometalúrgica, banca, administrativos y un largo etcétera son hoy gracias a ese aprendizaje que llevaron y cultivaron en el inicio de su vida laboral grandes personas en el mundo del trabajo. Hay muchas maneras de hacer reforma laboral y esta es precisamente una de ellas, por lo que no podemos permitirnos que mientras nos miramos el ombligo y enseñamos a nuestros jóvenes a hacer currículum de cursos, quien aprendió en el tajo su profesión se los lleve de calle, porque hoy entre la titulitis y la falta de formadores, estos jóvenes sean carnaza permanente de desempleo.