Guardias de la Embajada de EE UU humillan a un afgano. / CNN
MUNDO

Los abusos a afganos en la Embajada de Kabul sacude a EE UU

NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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Las devastadoras imágenes de los guardas que custodian la Embajada en Kabul bailando en tanga alrededor de una fogata, completamente ebrios y con gestos obscenos, dieron ayer la vuelta a las cadenas de televisión tras darse a conocer las denuncias que vuelven a sacar los colores a EE UU.

En las imágenes queda claro que no son «unas cuantas manzanas podridas», como se dijera de Abú Grahib, sino que la fiesta salvaje reúne a decenas de guardas que, supuestamente, debían estar protegiendo a los mil diplomáticos y empleados de la misión estadounidense en Kabul, a cambio del suculento contrato de 130 millones de euros anuales que cobra la empresa de mercenarios ArmorGroup. La capital de un país, donde hasta la llegada de los estadounidenses las mujeres vestían burka, era el escenario de fiestas donde los asistentes orinaban unos encima de otros y bebían los chupitos de vodka de entre las nalgas del vecino, como en una bacanal de universitarios. En ese contexto, la presencia de prostitutas afganas deja incluso de ser llamativo.

Para los jefes del turno más polémico todo era una fiesta en un país en guerra, pero para los jovencitos recién salidos del Ejército el bautizo al que se les obligaba resultaba «denigrante, humillante», narró uno de los guardas que denunció la situación a la organización Proyecto para la Supervisión del Gobierno (POGO, por sus siglas en inglés). Los miembros de otros turnos se habían quejado a los superiores que visitaban Kabul, pero todos les desestimaron, como si la guerra fuera un cheque en blanco para todo tipo de salvajismo.

Misiones de 'cowboy'

Por las noches dejaban la Embajada y se lanzaban en sus propias misiones armadas por Kabul, que el informe de POGO describe como de «cowboy». «Tenían delirios de grandeza», contó uno de los guardas. «Era enfermizo, daba pie a un incidente internacional, pero si no les seguías el juego al final cometerías algún error y les darías pie a despedirte». Al menos 30 supervisores y guardas estaban tras estas fiestas salpicadas de abusos.

Antes de aterrizar en los medios, el informe llegó la semana pasada a la mesa de la secretaria de Estado Hillary Clinton, que ordenó en secreto una investigación. Un portavoz del Departamento de Estado ha dicho que la canciller tiene «tolerancia cero» con este tipo de sucesos, pero eso no ha impedido que se le renueve el contrato a otras empresas privadas de mercenarios que llevan la seguridad diplomática en Irak.