ESQUINA. Barroso y el subdelegado, Sebastián Saucedo. / ANTONIO VÁZQUEZ
Ciudadanos

Puerto Real también existe

José Antonio Barroso protagonizó la anécdota de la visita ministerial, al reivindicar el papel de su ciudad en el proyecto del Puente

CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Ayer estaba previsto que ante las obras del segundo puente, el ministro de Fomento José Blanco atendiera a los medios de comunicación acompañado únicamente de la alcaldesa de la capital, Teófila Martínez.

Sin embargo, el alcalde de Puerto Real, José Antonio Barroso no estaba dispuesto a que su localidad quedara relegada a un segundo plano. No en vano recordó que «el puente tiene dos orillas» y una de ellas está en el Río San Pedro. Y así, se situó a la diestra del ministro ante los micrófonos de la prensa.

Los jefes de protocolo no tuvieron más remedio que ceder. Y el ministro de Fomento, debio improvisar. Y claro, cuando quiso agradecer a Barroso su presencia... se olvidó de donde venía: «Gracias al alcalde... que me acompaña».

«De Puerto Real», contestaba diligente Barroso, recordando que la localidad puertorrealeña también existe en el proyecto del puente.

No fue suficiente, porque Barroso aún tuvo que corregir una vez más al ministro. Y es que, con tanto viaje en tren y tanta línea de AVE, José Blanco perdió de nuevo el hilo y en un nuevo agradecimiento, cometió un lapsus linguae, y atribuyó a Barroso la alcaldía de Puertollano, una localidad manchega por donde sí pasa el AVE desde hace años.

«Puertollano no tiene mar», apuntó sonriente Barroso, que ya durante la visita había insistido al ministro que el Puente de Cádiz -como ha sido bautizada la UTE que lo construye- pertenece en realidad a toda la Bahía.

No fue la única vez que Barroso se enfrento a los errores de protocolo la mañana de ayer, que parecían haberla tomado con él. De hecho, en la rueda de prensa de San Fernando, los responsables de colocar a cada cuál en la foto decidieron que el alcalde debía salir del cuadro y situarse a un lado. Lo más llamativo es que Barroso compartió la soledad de la esquina con el subdelegado del Gobierno, Sebastián Saucedo, que lejos de reivindicar su cargo cedió su sitio a concejales y senadores. Y se fue al rincón.