Alcalá del Valle es una de las poblaciones con mayor población que marcha a las vendimias extranjeras. / A. ROMERO
Sierra

«No hay más remedio que buscar fuera el trabajo que es imposible tener en casa»

Más de 1.000 gaditanos volverán a participar, desde esta misma semana, en la campaña de la vendimia francesa y, posteriormente, en la manzana belga

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Con la llegada del mes vacacional por excelencia, agosto, son cientos los gaditanos que vuelven a hacer la maleta para hacer un viaje a uno de los países turísticos por excelencia, Francia, pero para un fin que dista mucho del descanso en una tumbona o conocer Eurodisney. Estos trabajadores hacen el petate para buscar los jornales que en sus pueblos no encuentran y que necesitan para seguir subsistiendo.

En la campaña anterior esta emigración sufrió un gran repunte después de que, durante años, la burbuja inmobiliaria lo hubiera evitado. Pero el declive del ladrillo ha devuelto a la cruda realidad a estos trabajadores y ahora llega el momento de partir a la vendimia francesa y dentro de unos días a la manzana belga. En concreto, desde esta misma semana comienzan las recogidas más tempranas aunque la mayoría de emigraciones se darán en septiembre.

Este año se da la particularidad de que ya son muchos los gaditanos que se encuentran en el país galo, algunos desde hace un par de meses, trabajando en las campañas de la fruta y en labores como el clareo de los árboles. De Alcalá del Valle ya hay 400 vecinos en esta zona que ahora tratarán de pasarse de una campaña a otra, aprovechando la vendimia y la manzana antes de volver para principios de noviembre, antes del Día de Todos Santos. Los sindicatos manejan datos a nivel provincial, aunque resulte complicado de cuantificar porque cada vez son más los trabajadores que van por su cuenta y buscan trabajo al margen de los viajes que se organizan. En 2007 sólo 200 personas participaron de la vendimia francesa; en 2008 la cifra se disparó a 800 personas y este año se prevé que supere con creces los 1.000 gaditanos que emigran a Francia.

A pesar de que estos temporeros repiten cada campaña, a excepción de los años en que la bonanza económica provocó que abandonaran esta labor y se trasladaran al sector de la construcción, la mayoría de ellos no se plantea emigrar definitivamente fuera de su tierra. José Luis López, un temporero de Alcalá, asegura tenerlo claro porque «nosotros somos de aquí y queremos trabajar en nuestra tierra, aunque iremos donde haga falta pero siempre de manera temporal».

Regreso equivocado

El caso de Bartolomé Racero es totalmente diferente al resto de temporeros. Estuvo más de veinte años emigrando en Alemania y hace seis que decidió volver a Alcalá porque «con la edad que tienen mis hijos -15 y 16 años- o aprovechaba la ocasión o ya no volvía». Ahora, asegura que «si llego a saber lo que iba a pasar no vuelvo y sigo mi vida allí». De momento sólo busca trabajar fuera por temporadas, junto a su mujer, pero no descartaría volver a instalarse en otro país si «el trabajo sigue así».

Esta campaña se vuelve a consolidar la idea de que la bajada del ladrillo ha provocado un aumento de la emigración y un intento de la vuelta al campo, por parte de cientos de trabajadores. Ese es el caso de Juan Moreno, que después de 15 años en la misma empresa de construcción «en mayo me despidieron porque no había faena suficiente y ahora me toca buscar lo que salga». Juan Luis López es otro ejemplo de esta situación. En su caso, estuvo siete años en el andamio.

El problema con el que se encuentran estos trabajadores es que el campo gaditano, andaluz e incluso español es incapaz de dar empleo por sí mismo, por lo que muchos se ven obligados a acudir a la emigración. José Miguelez recuerda que lleva «desde que acabara la aceituna, en febrero, sin trabajar y eso que esa campaña fue malísima».