El empleado de la carnicería Kiko sirve los pinchitos a los jóvenes. / VÍCTOR LÓPEZ
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El periplo de un pinchito

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De jamón a pinchito de barbacoa. Esa es la metamorfosis que ha experimentado la carne de cerdo que se ha adquirido al por mayor estos días en las carnicerías de la ciudad. En la Carnicería Kiko, situada en la calle Doctor Gómez Plana, han comprado hasta 300 kilos de carne de cerdo para convertirlos en tan preciado y popular manjar de las barbacoas del Trofeo Carranza. De estos 300 kilos, en la tarde de ayer ya estaban vendidos más de la mitad. Sin embargo, antes de ser vendidos la carne de cerdo experimenta un proceso que lo convierte en brocheta.

La carne con la que se elaboran los pinchitos «proviene de la zona del jamón del cerdo y se compra en el Matadero de Cádiz». Así lo explicaba ayer Francisco, uno de los dos empleados del puesto mientras que atendía al numeroso público que aguardaba su turno detrás del mostrador. «Una vez compramos la carne hay que despedazarla y cortarla en trozos pequeños para poder ensartarlos en los pinchos», explica el carnicero.

Sin embargo, el rasgo distintivo del pinchito se produce en el segundo paso. Después de cortar, los trozos se vierten en una mezcla de agua, perejil y especias morunas. Estas últimas son las que les confieren el tono amarillento y el sabor que caracteriza a esta carne. Una vez se encuentran en este preparado es necesario dejarlo macerar durante un día para que la mezcla de pimentón, pimienta, curry y demás especias penetren en las entrañas de los trozos de carne. Cuando pasa el tiempo de maceración, los pinchitos están listos para ser comprados por sus futuros comensales. Esto es lo que se disponía a hacer un grupo de ocho jóvenes que ayer compraron toda la mercancía necesaria para poder encender las brasas esta noche. Helena, Paco, Alex, Márquez, Antonio, Maika, Patri y Javi fueron loes encargados de comprar la comida para los 20 amigos que se juntarán esta noche en la playa. Los ocho jóvenes compraron dos kilos de pinchitos y otro tanto de filetes y hamburguesas. Ya sólo queda que en el día de hoy alguno de ellos se atreva a ensartar nuestro pinchito en un palo.