El cuarteto 'Cuerdas' en el Parque Genovés. / VÍCTOR LÓPEZ
Sociedad

Una noche loca

Medio centenar de valientes aguantaron el tirón de la noche blanca de Cádiz y recibieron el día con una clase de «chamanismo andaluz»

| CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Peor para el Sol -hubiera dicho Sabina- que se metió ayer en la cuna del mar a roncar, mientras que unas diez mil personas le levantaban la falda a la luna. Peor para él porque se perdió una noche loca que, con las limitaciones de los estrenos, fue especial en muchos sentidos, casi tantos como los humanos que decidieron el miércoles retar al despertador del jueves.

De Sol a Sol proponía once horas de actuaciones, desde el anochecer hasta el atardecer. El asunto comenzó con multitudes en el Castillo de Santa Catalina, con los aplausos y oes a la caída del sol, pero se revolucionó un poco más tarde.

Fue a eso de la una, después del disfrute moderado de los sones de Habanalup, las sonrisas de Las mil historias de Pericón de Cádiz mano a mano con la danza sobre telas de Gema García. En ese momento, el triángulo mágico Castillo-Mora-Caleta se había poblado con una extrañísima mezcla de flamencos de barrio, jubilados, adolescentes, políticos e intelectuales. Y se llevaban bien.

Sucedió una de las cosas tras las que todo el mundo se pregunta ¿Cómo no se ha hecho esto antes? Sencillo: flamenco en La Caleta, con el grupo de Raúl Gálvez, Paco Reyes, May Fernández, Lidia Cabello, Niño La Leo, etc. Y delante de ellos unas tres mil personas de pie en la arena, sentados, tumbados en la oscuridad o atentos desde el paseo. Detrás, sentada de blanco ibicenco, la alcaldesa, que prometía guerra «hasta que el cuerpo aguante» y también un señor francés. Resultaba ser Jean Jacques Duquesnoy, que no tenía nada de guiri y comentaba las bondades de gentes como Edu el Gafa. Habitual de los rincones más gaditas, es tramoyista en el teatro nacional de París y sabe de lo que habla cuando aplaude una iniciativa «estupenda que tiene que madurar».

«Que cante la Teo», pedía el público que se enfrentó a la que fue la carencia mayor de la noche: la falta de perspectiva para ver las actuaciones. Porque De Sol a Sol estuvo a punto de morir de éxito cuando la asistencia desbordó las previsiones y los escenarios a ras de suelo se quedaron muy bajos para ver algo a partir de la quinta fila. Y hubo muchas más que cinco, más para suerte que para desgracia.

Después del baño de masas de los flamencos de Cádiz en la Caleta, la marea humana se disgregó en otras propuestas que bajaron un punto en la intensidad de la noche. El cuarteto Cuerdas en los columpios del Parque Genovés fue el suave preámbulo de la actuación de Los Trasnochadores, la comparsa para la que aguantaban Manuel Alcaide y los suyos sentados en un banco, «muertos de sueño».

«¿Dónde se toma algo?», preguntaba Cristina, que pedía «menos grupos de música y más de Cruzcampo», Desde el Quilla hasta el Baluarte de la Candelaria no había humano que encontrase una cerveza. Y la noche fue calurosa.

Pese a todo, dos centenares de personas se juntaron a corear los bocaítos y la conga de los Trasnochadores, que no encontraron mejor ocasión para lanzar en el merendero del Parque Genovés su popurrí en defensa de la oscuridad. «Hay que ver el Sol, por irse a dormir, lo necio que ha sido. Jamás comprenderá lo que se ha perdido».

Aquél era el punto de inflexión de una noche que cada vez fue más disgregada. También más íntima en las performance de Malucos escapando del ruido y en la psicodelia de Telectrificus, con las imágenes de realidad aumentada proyectadas sobre el mayor ficus de la Alameda al son de la música de Calderón. Copas, paseos, bostezos y risas. Hubo muchas noches aquella madrugada, con el nexo de unión del ambiente de copeo moderado y chill de la barra del Baluarte de Candelaria, donde corría el mojito y la cerveza sin, que para gustos están los colores.

Chacras en orden

Despuntando el alba, a las siete y media, medio centenar de ojerosos noctámbulos se apuntaban a la sesión de Flamencoterapia como fin de fiesta. Las técnicas de «chamanismo andaluz» de Manuel Vidal, la guitarra de Niño La Leo, la voz de Pilar Sierra recortados sobre el arco naranja de del día nuevo que asomaba sobre El Puerto rendían los comentarios y el cachondeo. Inspirad, expirad... Con los chacras en orden. Y el Sol sin enterarse.

apaolaza@lavozdigital.es