Julián López 'El Juli' da un pase con el capote a su segundo toro de la tarde. /EFE
FICHA

Primor y carácter de El Juli

Un notable quinto de Jandilla da la victoria a Julián López, mientras Esplá se explaya y Daniel Luque cumple en la cuarta semana grande de San Sebastián

| SAN SEBASTIÁN Actualizado: Guardar
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El gran detalle de Esplá fue no meterse en la tronera cuando el cuarto toro hizo hilo con él después de las jacarandas de un segundo par de banderillas del que salió perseguido. Sino seguir corriendo por delante. Esplá prendió, cerrado en tablas, un violín al cuarteo. El primer par al violín que ponía en Illumbe y el último, porque esta corrida de despedida, improvisada en una sustitución, la de Cayetano Rivera, era también la de su debut. Su primera tarde en San Sebastián.

Cuando derribaron la plaza vieja, Esplá andaba de becerrista. Cuando inauguraron la nueva, ya había cumplido más de veinte años de alternativa y no halló hueco. Hola y adiós. Le fue propicia a Esplá la suerte: el primer toro que mataba en San Sebastián estuvo en el tipo clásico de Jandilla. Las puntas por delante y las sienes altas, casi cubeto, fino de cabos, negro listón. Escarbó, pero fue buen toro. A ese toro primero le puso Esplá tres pares buenos. Sorprendente el segundo, de poder a poder, por los riegos tomados y por la manera de sacar los brazos en el embroque. Un par de muletazos de bandera de frente, una tanda final de costadillo, un pinchazo y una estocada de recurso atravesada. El cuarto fue pura bondad. Esplá se lució en un galleo de frente por detrás de rancio dibujo movido, hizo un quite de lances de costado muy gracioso y, luego de brindar al público, se enredó en faena de justa y corta apuesta pero sembrada de detalles. Una oreja.

Después de pasear Esplá feliz esa oreja, salió El Juli con volcánico gesto. La suerte le había sido adversa. El segundo jandilla, lustroso, chorreado en morcillo, playerito y astifino, sin cuello apenas, fue violento marrajo. Se vino sesgado a embroques. Cuando se lanzaba, parecía topar y no embestir. Escarbó y se dolió. Roncaba como enfermo. El toro de más guasa de cuanto va de feria. Descompuesto, atizó estopa por las dos manos. Gaitazos.

No importó. El Juli se puso y remangó. Manejó en los medios con habilidad los golpes de garfio, que le rozaron tres o cuatro veces la cara y el cuello. No se arrugó, le ganó al toro por la mano. Llegó a desplantarse cuando sintió que la fiera ya no mordía. Un pinchazo hondo y tres descabellos. El destino decidió compensar a Julián con un quinto de corrida de notable calidad. El saludo de capa fue antológico: madeja de lances a la verónica, a pies juntos primero, a medio compás luego, y ganando terreno en cada uno. Y un final clásico de muletazos ayudados para buscar la igualada. Una estocada trasera, muerte lenta, un descabello en la puerta de toriles. Una oreja. Sólo una. Se pidió otra. La faena de la feria.

Una oreja también para Daniel Luque, que era nuevo en Illumbe y atacó muy en tromba a un tercero de corrida que, venido arriba, sacó la correa. La casta pudo con todo. Precipitado, Luque salió airoso y apurado. No hubo acople con un sexto que se vino arriba pero con brusquedad. Hubo que perder pasos para no ahogarse. Le brindó Luque el toro a Esplá. El toro había derribado pero se había quedado sin picar. La gente empujó. Una tanda de darlo todo. Pero chocaba el toro por sistema. Hasta que empezó a buscar con la mirada primero y con los pies después la puerta de las cuadras, que en Illumbe es querencia clásica a las ocho de la noche.