PAN Y CIRCO

El arte del Trofeo

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Entre los diversos alicientes de nuestro Trofeo Carranza, el más característico, a mi juicio, es el de la ausencia de sufrimiento, uno de los rasgos que definen el recorrido del equipo amarillo por la Liga: un ingrediente esencial, un factor imprescindible y un valor positivo que, en general, sabemos administrarlos de manera inteligente. Algunos, incluso, piensan que puede ser un capital altamente rentable. Al Trofeo Carranza, sin embargo, aunque acudimos con el deseo de que el Cádiz quede una vez más campeón, nuestra actitud es sustancialmente diferente a la que adoptamos durante el Campeonato Liguero: asistimos con la disposición de ver fútbol y con una ilusión parecida a la que experimentamos cuando asistimos a una representación artística. Estamos convencidos de que, salvando las distancias, este espectáculo posee varios rasgos que, en cierta medida, se acercan a algunas de las manifestaciones calificadas de bellas. Fíjense, por ejemplo, en la similitud que algunas jugadas guardan con los movimientos escénicos, con las evoluciones de la danza, con el baile flamenco, con algunos escorzos esculturales o pictóricos, con los dibujos lineales o con los pases taurinos. No es extraño, por lo tanto, que los buenos aficionados acudan al Trofeo para disfrutar de la originalidad, de la invención y de la creación: para saborear las pinceladas de genialidad y los brotes de fantasía, para comprobar cómo los balones, sumisos, obedecen a las delicadas órdenes de un pie, para sorprenderse con las habilidades de unos prestidigitadores o con los atrevimientos de unos soñadores. El Trofeo constituye la oportunidad para valorar esas virtudes futbolísticas como las paradas de los porteros, la sobriedad de la defensa, la calidad técnica de jugadas trazadas con tiralíneas, los pases de diseño, las diagonales y las penetraciones por las bandas, aunque no siempre culminen en gol.