
La fractura social se oficializa en Irán
Jamenéi otorga a Ahmadineyad su respaldo en un acto boicoteado por toda la oposición del país
Actualizado: GuardarMahmud Ahmadineyad recibió ayer de manos del líder supremo, Alí Jamenéi, la carta de aprobación que presentará mañana al Parlamento para concluir con los actos de su segunda investidura como jefe del Gobierno de Irán. Sólo los más allegados al dirigente ultraconservador y los diplomáticos de las embajadas con representación en Teherán estuvieron presentes en una ceremonia marcada por la ausencia de importantes figuras de los últimos treinta años de historia del régimen islámico. Este boicot al presidente que, según los datos oficiales, más votos ha logrado en la historia del país -24,5 millones- simboliza la fractura del sistema por las elecciones del pasado 12 de junio. División en las altas esferas y también en las calles de un país que por la tarde volvió a registrar protestas en el centro de su capital, Teherán.
No estaba el ex presidente Mohamed Jatamí y su ausencia hizo que el responsable de la oficina de Alí Jamenéi, Mohammadi Golpaygani, tuviera que leer en público el acta de la aprobación presidencial, una función que hubiera correspondido al carismático clérigo reformista por su condición de antecesor de Mahmud Ahmadineyad.
Tampoco Hashemi Rafsanyani tomó parte en el acto, aunque personas cercanas al actual responsable máximo del Consejo de Discernimiento y de la Asamblea de Expertos, dos instituciones básicas en el funcionamiento del régimen de los ayatolás, ya habían anunciado su ausencia si no veía un «cambio de tono» en el discurso presidencial. Los dos candidatos reformistas derrotados en las urnas, Mir Husein Musaví y Mehdi Kerrubi, ex primer ministro y ex portavoz del Parlamento respectivamente, se negaron a asistir y Hasán Jomeini, nieto del fundador de la república islámica, tampoco se dejó ver en esta ceremonia, que dilapida de forma definitiva las escasas esperanzas de la oposición de repetir unos comicios que consideran manipulados a favor de Ahmadineyad.
«Valiente, astuto y trabajador», fueron los calificativos que Jamenéi dedicó al reelecto presidente, quien, a los 52 años, afronta su segundo mandato al frente del país con la intención de «luchar contra la política intervencionista de aquellos países amenazantes que presionan a Irán a cuenta del programa nuclear y la crisis postelectoral». Algunos de los enviados diplomáticos de esos estados «amenazantes» escucharon en primera persona la declaración de intenciones de un Ahmadineyad que apostó por una «fuerte presencia internacional» de Teherán durante los próximos cuatro años.
Alí Jamenéi, como ya hiciera en los instantes posteriores al 12 de junio y antes de conocer incluso el veredicto final del Consejo de Guardianes, órgano responsable de aprobar los resultados en las urnas, avaló a la persona que dirigirá el noveno Gobierno de la república islámica gracias al «voto sin precedentes y decisivo del pueblo», en alusión a la participación de casi el 84% registrada en los últimos comicios.
Mero trámite
El líder supremo apuesta por Ahmadineyad y este apoyo resultará clave en la cita de mañana en el Majlis (Parlamento), donde el dirigente ultraconservador deberá obtener el voto de confianza, un mero trámite si se tiene en cuenta que oponerse a su elección supondría llevar la contraria al criterio de Jamenéi. Otra historia será, sin duda, la configuración del nuevo Gobierno, para cuya confección el presidente contará con dos semanas de plazo. Durante ese período, tendrá que presentar uno por uno a sus candidatos ante los diputados.
Los actos de la ceremonia de investidura han obligado a suspender el macrojuicio contra un centenar de detenidos en las protestas que sucedieron a la elección de Ahmadineyad. La primera vista tuvo lugar el domingo y en ella, antiguos dirigentes de la época reformista, como el vicepresidente de Mohamed Jatamí, Mohamed al-Abtahi Abtahi, leyeron en público confesiones en las que reconocían que los comicios fueron limpios.
Las imágenes de los detenidos vestidos con ropa de reclusos, sin abogados y con las confesiones realizadas en prisión en sus manos, provocó todo tipo de críticas entre la oposición, que calificó el juicio de «teatro» y pidió la puesta en libertad de los acusados. El jueves, ya con Ahmadineyad de nuevo al frente de Irán, se retomará el proceso.