Nadjaf, a la derecha en la imagen, disfruta a fondo de sus veranos y de la azotea de su casa de acogida./ ÓSCAR CHAMORRO
Ciudadanos

Cuando el agua es la sorpresa

A Nadjaf aún le asombra que haya tanta. Hace cuatro años, cuando vino por primera vez del Sáhara, se bañó en el mar y se desmayó

| CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Nadjaf Ahmed es una niña saharaui de 11 años. Pero durante el verano es gaditana. Hace cuatro años que pasa la temporada estival en la provincia y aquí tiene su segunda familia, su madre de acogida, Celia Beardo, y su hermana Nerea, de cinco años. Su cariño no es poco. Al contrario, es tal que cuando hace dos años su madre biológica dio a luz a su nueva hermana de sangre quiso que se llamara igual que su hermana española. Vestidas iguales, las dos pequeñas recorren durante el verano los parques de atracciones de España: este año han ido a Port Aventura y a Aqualand. La familia Beardo no entiende sus vacaciones sin Nadjaf y esperan su llegada antes de hacer las maletas.

Nadjaf es la protagonista absoluta durante estos meses. Hace cuatro años, cuando vino por primera vez, lo que más le sorprendió fue el agua. Así de simple. El agua en todas sus vertientes. Como la fuente de la plaza Sevilla; «se puso de pie en el coche, no se lo podía creer», cuenta Celia. En el Sáhara tiene que andar todos los días con garrafas para poderlas llenar. Por eso, la primera vez que se bañó en el mar se desmayó de la impresión. «Nunca había visto tanta agua junta», cuenta su madre de acogida.

En su país vive en una jaima en la que el suelo es de tierra, cubierto con una alfombra grande. Sólo tiene una habitación donde duermen sus padres, su hermana y ella. Con el dinero que su madre española le envió el año pasado, su familia ha comprado un frigorífico, para ellos un gran avance. Suelen comprar en unos puestos ambulantes que venden frutas y verduras y la comida que más le gusta de su tierra es el pollo. Aquí le sorprendió ver la gran variedad de productos en las estanterías del supermercado. En su casa real, Nadjaf cada vez que tiene que lavarse el pelo lo hace en una palangana. No hay ducha.

En cambio, cuando llega a Cádiz se encuentra con todos los regalos que los Reyes Magos dejaron en la casa durante la Navidad, igual que a su hermana española. Así pasan las noches juntas juegando a la Nintendo DS color rosa y a las cartas de animales.

A Nadjaf le encanta el salmorejo, aunque come todo lo que le ponen y, claro, suele repetir, por lo que ha engordado en un mes tres kilos y medio.

Con todo, existe un pequeño inconveniente: no puede comer cerdo porque es islámica y su religión lo prohíbe. Es de las pocas cosas en las que el hábito se mantiene, porque al llegar a España lleva una vida diametralmente opuesta a la de su país: siempre se somete a diferentes revisiones médicas y ponen al día la cartilla de vacunación, aunque va retrasada a su edad porque comenzó a los siete años, la primera vez que vino a Cádiz. El año padado sufrió un cuadro de apendicitis y tuvo que estar ingresada una semana. Durante este tiempo su madre española no se separó de ella.

Tanta atención se paga. Para poder traer todos los años a estos niños, las familias españolas tienen que vender durante el invierno papeletas e incluso enseres. El sacrificio vale la pena.

Cultura y tradición

Además del agua, la comida y los regalos, con estos viajes la pequeña saharaui conoce una cultura diferente, una religión antes totalmente desconocida para ella, un nuevo Dios. En estos años, la niña ha aprendido a hablar español perfectamente y le encanta el Carnaval. En esta familia de artistas, muy carnavaleros, recibe un cariño especial. La chica disfruta yendo a la playa junto con su primo y su tata, la hermana de la madre, pero confiesa que le gusta más la piscina; «está más limpia» dice Nadjaf sonriendo.

En unas semanas, y después de dos meses de estancia, volverá a su casa natal entre el 15 y el 20 de agosto, si los resultados de unas pruebas médicas son favorables. En su regreso, siempre va cargada de regalos y de ropa de invierno y de verano, para ella, su hermana y su madre. El año pasado se llevó doradas y camarones congelados para que los probara su familia, que normalmente nunca come pescado. Igualmente, le envían dinero para hacer más llevadera la vida en el desierto. Todos los años le hacen una fiesta de despedida que debe ser temática porque a Nadjaf le encanta disfrazarse. De cualquier cosa. Como una buena gaditana.