vuelta de hoja

Festejos de aniversario

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Todos comprendemos, y especialmente los terroristas, lo difícil que es luchar contra el terrorismo organizado. Los que matan no llevan uniforme. Incluso a veces tienen una apariencia humana, que no les hace diferentes de sus víctimas. Por otra parte la indefensión de las democracias impide que a los miembros de la banda criminal capturados les acometa en sus celdas una terrible depresión y decidan suicidarse. Hay que combatirlos con todas las de la ley, que sin duda son muchas, pero no las suficientes.

Después de la frustrada matanza en la casa cuartel de Burgos, ETA ha vuelto a asesinar en Mallorca, cerca del Palacio de Marivent. Está conmemorando su 50 aniversario.

Que nadie le siga preguntando a los sucesivos gobiernos qué se puede hacer, porque está muy claro: no engañarnos más. No decirnos, una vez y otra que la banda está en las últimas y que son sus postreros y desesperados estertores. Cada vez que alguien asegure que la pandilla de criminales fanáticos está desmantelada, hay que temer lo peor, que es lo de siempre. ¿No sería más leal reconocer que el cáncer no sólo no está en vías de curación, sino que ha hecho metástasis? Nos han dado tantas consignas esperanzadoras durante medio siglo que ya no nos creemos nada. Por favor, no nos engañen más, que las mentiras, al derrumbarse, hacen un ruido semejante al de 300 kilos de amonitol.

El Ministerio británico de Exteriores ha divulgado en su página web el «alto riesgo de terrorismo en España». También han sido sinceros los asesinos, pavoneándose de que «la derrota militar de ETA no es posible». Deben decirnos la verdad, que no nos va a liberar del miedo, por supuesto, pero tampoco nos va a apartar de la convicción de que los malos son los que matan. Que no tema el Gobierno desmoralizarnos: ya lo estamos.