Juan Miguel, en el juicio por el robo de cocaína en Valencia. / LAS PROVINCIAS
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«Señoría, tengo derecho a robar un banco»

Esa afirmación salió de su boca durante el juicio por un golpe maestro al Banco de Comercio de Málaga, en 1995

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Las crónicas de principio de siglo le reservaban siempre un papel muy secundario, habida cuenta que había logrado como el resto de la banda, escabullirse judicialmente de las imputaciones formuladas por la Policía Nacional. De guante blanco, Ortega Sánchez era el maestro en el manejo de la lanza térmica e incluso había adiestrado a su jefe Cásper para utilizarla y abrir las entrañas de un banco como si fuera una lata de anchoas.

Nacido en Jerez el 28 de agosto de 1964, con sólo 16 años fue arrestado por un delito de receptación -adquirir un objeto a sabiendas de que procede de un robo-. Ahí comenzaría una carrera delictiva que fue perfeccionando mediante golpes suculentos, que reportaban grandes beneficios pero un riesgo mínimo de ser atrapado. La marca de Cásper y los suyos era ejecutar palos de forma limpia, sin dejar huellas, pero sí un enorme roto contable en su objetivo.

La Policía llegó a relacionar a Juan Miguel con unos 25 golpes perpetrados en la década de los noventa, pero cuando llegaba el juicio, las pruebas no soportaban el filtro del tribunal y quedaba libre en la mayoría de los casos. Esto explicaría la insólita respuesta que dio a los jueces durante el juicio por el robo maestro del Banco de Comercio, que estuvo situado en la avenida de Andalucía de Málaga en 1995. La banda se apoderó de 208 millones de pesetas en dinero y joya. Habían reventado 81 cajas de seguridad. Pero sólo pudieron vincular a Juan Miguel con el caso. Durante la vista oral le espetó al tribunal: «Señoría, creo que tengo derecho a robar un banco y autoridad para ello, lo anuncio aquí para que lo puedan probar cuando lo haga porque, hasta ahora, la Policía no ha podido inculparme en ningún butrón». El juicio lo seguía a muy poca distancia, desde las filas del público, su jefe, quien se había librado del caso.

En 2001 fue detenido por última vez en Valencia. Debía rendir cuentas por el robo de 107 kilos de coca, ocurrido en la Inspección de Farmacia del Servicio Exterior de Sanidad, en el Puerto de Valencia. Eso había sucedido en 1997. La Audiencia de Valencia consideró probado que Juan Miguel desconectó la alarma y practicó un butrón en la pared, ayudándose de sus conocimientos en el manejo de ciertos aparatos electrónicos. Su abogado, Emilio Rodríguez Menéndez, no pudo evitar que su cliente fuera sentenciado a 11 años de cárcel. Ahí acabó la historia de Ortega.

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