Sociedad

Sevilla, a las órdenes del Boss

Springsteen incendió la noche con un memorable concierto ante más de 30.000 espectadores

| SEVILLA Actualizado: Guardar
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Mientras las luces de la ciudad agonizaban bajo un intenso calor de cuarenta grados, en el Estadio Olímpico de la Cartuja había una auténtica olla a presión humana a la espera de que salieran al escenario Bruce Springsteen y su inseparable E Street Band. El de New Jersey sabía que su concierto marcaría un antes y un después en la historia de una ciudad que lamentablemente ha vivido durante muchos años a espaldas de este tipo de conciertos.

La organización de los prolegómenos fue algo caótica. Nadie sabía si había o no una zona para la prensa y en la parte de los asientos con entradas más caras no había habilitado un bar, con el consiguiente enfado de los usuarios.

El público tuvo que esperar casi veinte minutos a que saliera el Boss según la hora prevista, pero cuando lo hizo todas las penurias se acabaron. Desde el minuto cero se supo congratular con la afición hispalense ya que Nils Lofgren salió tocando al acordeón la canción Sevilla tiene un sabor especial (un gran guiño para la ciudad). Momentos después se desató la apoteosis total cuando Springsteen abordó los primeros acordes de Badlands. Luego le siguieron Outlaw Pete -con esas reminiscencias de la armónica de Ennio Morricone- y Out in the Street, otro himno de este músico. Sin solución de continuidad sonó Working on a Dream, canción optimista que encarna como ninguna la nueva era implantada por Barack Obama en EE UU.

Sintonía con el público

Desde el principio la sintonía del Boss con el público sevillano fue total. En un momento del concierto preguntó en un corrrecto español: «¿Tienen calor?», para luego afirmar, «nosotros vamos a poner la música y Sevilla el ruido». Como vienen siendo habitual, cogió varios carteles que las personas le entregaron con peticiones de canciones. Así fue satisfaciendo a la carta temas clásicos de su carrera como Loose Ends. En medio de la apoteosis se acercó al respetable y cantó junto a ellos sentado en el suelo como uno más, e incluso subió a un niño al escenario y aceptó comida que el pequeño tenía en una bolsa.

También el Boss tuvo un recuerdo para estos tiempos de crisis y sonó el tema Johnny 99. Pero si el concierto de anoche fue todo un éxito eso hay que debérselo a que Springsteen es ante todo un músico de banda. El Boss ha llegado a ser grande en el rock porque siempre ha estado muy arropado por sus «hermanos de sangre», los componentes de la E Street Band.

Carisma en el escenario

Estos viejos rockeros tocan de memoria y se conocen como las piezas de un reloj de precisión. Por eso hay que destacar los mano a mano que el de New Jersey desarrolló en el escenario con el guitarrista Steve Van Zandt, un músico carismático que sabe encender siempre los directos. Dieron igualmente la réplica el guitarrista Nils Lofgren, el batería Max Weinberg, y el saxofonista Clarence Clemons, que tiene que luchar todos los días contra su artritis para subirse a los escenarios y tocar esos inolvidables solos de saxofón que tanto han caracterizado a las canciones de Springsteen. Lamentablemente se echaron en falta los coros de Patti Scialfa, que ha tenido que renunciar a esta parte de la gira al caerse de un caballo.

También tuvo Springsteen un hueco para sus éxitos más recientes, ya que en el concierto sonaron temas que ya son clásicos como Waiting on a Sunny Day. Y como no cabía esperar de otra manera en una noche tan calurosa,sonó el clásico I'm on fire, seguido de la reivindicativa American skin (41 shots). Durante unos minutos el escenario se quedó vacío sin los músicos, pero eso tan sólo fue un pequeño parón porque todo el mundo aguardaba el bloque de los bises. Tras esta corta espera, Springsteen salió de nuevo con todos los componentes de la E Street Band. Fue el momento para temas legendarios como y Dancing in the Dark.