El fichaje capricho de Antonio Muñoz
Actualizado: GuardarÁngel o diablo. Esa es la cuestión. ¿O es la cuestión, acaso, que no sea ni lo uno ni lo otro? Probablemente. Probablemente todo se ha magnificado en su caso. Tristán nació para el fútbol grande en el filial bético, de donde pasó el filial del Mallorca para, dada sus buenas maneras, pegar el salto al primer equipo balear, donde triunfó y fue reclamado por el Deportivo, equipo en el que acabó dando más arena que cal, para, finalmente, recibir la boleta, y, de nuevo, volver al Mallorca, donde siguió con el pie cambiado. En el fútbol español se le cerraron las puertas, emigró a Italia (Livorno) y al año siguiente recaló en el West Ham. En ambos pasó con más pena que gloria. Quienes le conocen bien dicen que un jugador con su clase, su envergadura, su temible pegada y su claridad ante la puerta, podía haber llegado más lejos si entrenara más a fondo, si se cuidara más, si fuese capaz de sufrir todas las semanas para poder disfrutar de la titularidad. Pero, al parecer, no hubo manera. Sus últimos técnicos no consiguieron meterle en vereda. Su historial está ahí -con sus genialidades y con sus defectos-, más por aquello de confiar en «quien tuvo retuvo», el Cádiz acabó fichándole a bombo y platillo; incluso vendiéndose que era -es- el fichaje galáctico del Cádiz. (¡Qué bobada!). Lo cierto y verdad es que su contratación no ha sido del agrado de Gracia, quien ha dicho que Tristán no encaja en el perfil del nueve que él ha pedido a Julio Peguero. E insiste en reclamar, con razón, dos o tres jugadores de alto nivel. Me parece inverosímil que a estas alturas de la película no atienda Gracia que el de Diego Tristán haya sido el fichaje-capricho de Antonio Muñoz: bueno (se presume) y barato, barato, barato, como en él es costumbre, y a ver si suena la flauta. Mas no hay que olvidar que, salvo Tristán, sólo se ha fichado gente de Segunda B, y eso es «quedarse con la afición».