TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

Queremos tanto a Anguita

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Medio mundo -y medio Cádiz- suspiró de alivio el viernes cuando corrió la noticia de que Julio Anguita había sido dado de alta en el hospital Puerta del Mar de la capital gaditana, a donde fue evacuado el pasado lunes en helicóptero, procedente de la playa tarifeña de Bolonia, donde se atrinchera cada verano desde hace años.

Allí le recuerdan a comienzos de los años 80, cuando acababa de dar el salto de las aulas de Instituto donde enseñaba Historia a la primera línea política como primer alcalde democrático de Córdoba. Con frecuencia, no era extraño toparse allí con él, apostado sobre una mesa de formica en el patio del hostal Ríos, jugando al dominó o a las cartas con unos parroquianos. Nada más que por esa persistencia suya en ese gaditanismo de temporada habría que reconocerle alguna vez con uno de esos títulos de hijos adoptivos que dan los ayuntamientos o las diputaciones. En ese perímetro sentimental que lleva desde las piscinas de Claudio a las ruinas de Baelo, Julio Anguita ha asistido al inexorable paso del tiempo, desde cuando fumaba dos paquetes de tabaco al día, hasta cuando intentó reponerse de lo que difícilmente nadie puede reponerse, de la muerte de un hijo: Julio Anguita Parrado fue uno de los periodistas muertos durante la invasión de Irak en 2003.

Aún desde la discrepancia con su ideología o con su carácter, hay una España que le quiere porque respeta eso que llaman coherencia, su insistencia en un pensamiento izquierdista, sin excesivas concesiones, que quizá hoy no mueva votos pero sí pasiones:

«El carácter mustio de la UE, la altísima temporalidad de los contratos laborales, los desaguisados de la justicia, la pérdida de ejemplaridad política, los tocomochos de levita y frac, la monodia en la que se ha convertido el discurso político y la falta de debate sobre las ideas, modelos y programas, son, junto con el pánico cerval a asumir de manera medianamente seria la construcción de España o del Estado español, síntomas de la frivolidad reinante e imperante», escribe en El tiempo y la memoria (La Esfera de los Libros, 2008), el ensayo escrito a pachas con el periodista y escritor cordobés Rafael Martínez-Simancas, en una clave que reúne los recuerdos personales con los políticos. La obra supone un paseo por su laberinto interior: «No es en absoluto un texto intimista o de memorias -no las pienso escribir-, sino una aproximación a la persona que, para bien o para mal, ha sido el referente para muchas cosas. No pensaba entonces ni ahora en escribir una especie de memorias, sino el relato del desarrollo político de un proyecto todavía necesario. Pensaba y pienso hacer algo de utilidad que provoque reflexión seguida de una acción concordante. Es una manera de proseguir la lucha con el espíritu y el cuerpo de otros y otras».

Él sigue cantando órdagos a favor de la Tercera República, en complicidad de otros compañeros de viaje gaditanos como José Antonio Barroso o Andrés Vázquez de Sola. Y, para ello, lo mismo se deja caer por el aula magna de la UCA que por los cursos de verano de San Roque. Ahora le ha salvado la vida una de sus mayores virtudes, la templanza. Como sobrevivió a dos infartos, en 1993 y en 1998, sintió cierta arritmia y acudió a un centro de salud. Los profesionales no quisieron tentar la suerte y decidieron evacuarle en helicóptero hacia la capital gaditana. Desde la UCI, pasó pronto a planta y, el viernes, a su salida del centro lo primero que hizo fue dar las gracias «a todos los ciudadanos que estos días se han interesado» por su estado de salud, a los medios de comunicación que han informado sobre el mismo, pero especialmente «a los miembros del equipo médico» por su «gran profesionalidad y dedicación, además de a los militantes y dirigentes de IU que han estado pendientes de esta situación, por las sinceras muestras de cariño y solidaridad recibidas a lo largo de estos días».

De nuevo repuesto, quizá vuelva a apostarse tras una baraja de naipes o unas fichas blanquinegras. O, lo mismo, quien sabe, se dejará caer por Tarifa donde esta misma semana se anuncian dos movilizaciones distintas en un solo entorno verdadero, el de las inmediaciones de la Isla de las Palomas. Así, el miércoles y con el respaldo de Greenpeace, diversas organizaciones ecologistas de la zona anunciarán las nuevas acciones planteadas por la Plataforma contra la Ampliación del Puerto de Tarifa. Y, al día siguiente, una concentración reclamará la desmilitarización definitiva de ese antiguo recinto militar.

Quizá un paseíto hacia dicho lugar -hoy convertido en un extraño centro de internamiento de inmigrantes que no merece siquiera la categoría de CETI-, le vendría divinamente al antigua coordinador general de IU: «Ya está bien de izquierda de salones y de whisky», rechaza Anguita. Está claro: seguro que tampoco bebe.