La rayuela

Traficantes en la costa

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La maravillosa costa de Cádiz se está convirtiendo progresivamente en un nódulo central de las redes internacionales de tráfico de droga. La situación geográfica, la decadencia de las actividades pesqueras tradicionales y la endiablada orografía de los caños y esteros del litoral están entre las principales causas de este flamante negocio.

Si nos atenemos al reciente protagonismo que han alcanzado en los medios de comunicación por esta causa, La Línea, Barbate y Sanlúcar serían sus mayores protagonistas y víctimas. Las tres tienen en común graves problemas socioeconómicos, en parte derivados de la pérdida de productividad y empleos del sector pesquero pero también por no haber desarrollado con fortuna actividades económicas alternativas, como han hecho otros municipios de costa. En el caso de La Línea hay una cultura del contrabando heredada de la proximidad con Gibraltar y unas barriadas junto al litoral que hacen difícil el control del tráfico de drogas. En Barbate y Sanlúcar, es la orografía de los ríos, con los esteros, cañaverales y caños lo que hace relativamente fácil hacer desaparecer los alijos en las barriadas deprimidas o marginales.

Las recientes detenciones y las espectaculares operaciones policiales, con cada vez más alijos y droga intervenida, delatan tanto el incremento de la actividad como la mayor eficacia policial, propiciada sin duda por la presencia entre nosotros del Ministro de Interior, Alfredo Rubalcaba, como parlamentario por Cádiz.

Pero quiero referirme aquí al tremendo daño que estas noticias producen en estos municipios. Unas pequeñas ciudades que no han tenido demasiada suerte con sucesivos gobiernos municipales que no fueron capaces de encarar con acierto su desarrollo económico. Ello tiene su correlato en una estructura social en la que el desempleo crónico y la marginalidad correspondiente tienen mayor presencia de la que debieran por tamaño, situación, riqueza del término y potencialidad de desarrollo. A esta marginalidad se pega como una lapa el tráfico de drogas, porque encuentra un vacío del Estado del Bienestar donde sustituye al Estado como garante de la igualdad de oportunidades, la justicia social y las condiciones de vida mínimas para sentirse motivado hacia la integración social. Este pequeño ejército de jóvenes traficantes arrancados de Escuelas e Institutos, crean una cultura de la droga que es más destructiva socialmente que el consumo de estupefacientes. Son el modelo en que se miran los jóvenes en paro, el recurso salvador para llegar al paraíso del consumo y el derroche que el capitalismo propone como único cielo. El problema es que están convirtiéndose en el grupo de referencia más potente, hasta el punto de que su presencia en las calles, sus ostentosas y horteras propiedades, la corrupción de algunos funcionarios y su impunidad, los convierten en una bomba que implosiona la estructura social.

Sanlucar y Barbate tienen la fortuna de contar ahora con alcaldes y grupos municipales honestos y decididos. Ambos están gestionando proyectos, infraestructuras y planeamientos para poner en valor su inmenso patrimonio. Apoyándose en la estructura asociativa que vertebra la sociedad civil están tratando de imponer la cultura mayoritaria, la de la gente honesta y trabajadora, intentando modificar el imaginario colectivo propio y foráneo relacionado casi en exclusiva con el problema de la droga. Pero necesitan la colaboración de los medios de comunicación para cambiar la imagen, para que la esperanza de estas ciudades no sea sepultada por la presencia de una docena de bandas de traficantes.