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Poesía para todos

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Murió Mario Benedetti y todos, los amantes de la poesía pero también los merodeadores de esa señora y los que apenas la tratan, lo lamentamos. Es un dato importante que la muerte de un poeta afectara no sólo a los letraheridos, sino a una parte más amplia de la sociedad, y que no se quedase la noticia en las páginas más escondidas de los periódicos, ésas que se intitulan Cultura. Es sintomático que la pérdida de Benedetti se comentase en las cadenas de televisión, que leyesen sus textos en la radio, en programas de variedades, que en los blogs y las redes sociales de Internet se multiplicasen las citas de sus versos y las manifestaciones de dolor.

Benedetti escribía eso que podríamos llamar ‘poesía para todos’. Sus versos hace tiempo que se recitaban y se cantaban por el mundo (no se pierdan en youtube el Te quiero interpretado por una coral de Taiwán) y su fallecimiento no ha hecho sino aumentar el interés por ellos. Su vocación de comunicar, de lograr el acercamiento al lector a través de una expresión clara, transparente, estaba lograda. Por eso creo que Mario Benedetti murió, en ese sentido, feliz. Él, que defendió la expresión sencilla (que no simple) como «un modo peculiar y eficacísimo de meterse en honduras», fue siempre consecuente en su literatura y su actitud, y consiguió algo tan difícil y necesario en poesía como la complicidad del lector y su fidelidad.

Dicen que se ha dicho por ahí (aunque a menudo se malinterpretan y manipulan las declaraciones) que era un poeta menor. Si menor significa eficaz; si menor significa útil; si menor significa accesible, sí, él lo fue. Y ojalá muchos poetas y aprendices de poeta tomásemos ejemplo y nos apuntásemos a ese calificativo, que no me parece, en modo alguno, descalificador.