Ya se ha ido
Actualizado: GuardarElla no era de aquí. Llegó sola con 45 años. Eso fue en 1998. Para entonces ya le había ido mal. Su marido era un indeseable.
La había abandonado y había vuelto un par de veces hasta que fue ella la que le dijo que por favor no volviera nunca más. Tuvo suerte de que le hiciera caso. Pero ella se quedó a cargo de los cuatro hijos, claro. Luego, cuando tuvo que venirse, los dejó en casa de la abuela. La más pequeña tenía seis años y separarse de ella fue lo que más le dolió. Ni me imagino la clase de cosas que le pasaban entonces por la cabeza. Lo que sintió al llegar a Barajas con su maleta. Supongo que alguien la ayudó al principio. Pronto empezó a trabajar limpiando pisos a razón de ocho horas diarias. Compartía un cuarto con otra. Y los fines de semana cuidaba a una pareja de ancianas. Tenía una sonrisa tímida y asentía a todo. Pero a la vez se veía que había algo duro e insobornable dentro de ella.
Durante el tiempo que estuvo aquí su vida no fue a mejor. Siempre hablaba mucho por teléfono pero la mayor parte de las veces que le llamaban era para pedirle dinero. Que mandara más dinero para una cosa o para otra. Caprichos y problemas. Y ella era sensible a ambas cosas. Cuando llegó la hora de que la pequeña hiciera la comunión lamentó no poder asistir y envió todo lo que pudo. En diez años sólo viajó a su país una vez. Y entre tanto imaginó cómo crecían sus hijos. Hasta que ha decidido volverse. Y no hay más. Eso es todo: noticia de una vida anónima que pasó por aquí. Me la imagino con su maleta en el aeropuerto. Sintiéndose encima culpable por lo mal que le ha ido.