una fábula

Avalancha verde

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Imaginen una avalancha de buenas noticias, las portadas y las contraportadas aleteando, rodando ladera abajo de felicidad, como una Heidi desbocada porque la institutriz se ha cogido una baja por gripe A, porcina, aviar o EEB.

¿Imaginen? No hace falta ni eso, sino repasar un poco: dicen los señores que gobiernan el Banco de España y el Europeo que lo peor ha pasado (¿lo han notado? ¿lo notan? ¿respiran mejor?); el colega de ambos en Estados Unidos fue el que se inventó esa idea tan poco afortunada pero replicada por nuestra ministra del ramo: los brotes verdes que se vislumbran en la tierra baldía que dejó atrás la recesión.

Hay más, sin ninguna necesidad deviajar en barco, en tren o en avión. Sólo hay que caminar un poquito y ver que Cádiz sonríe de otra forma desde que el paro vuelve a bajar; miles de gaditanos se apilan en las taquillas del Carranza para seguir ilusionados con algo; las obras de Santa Bárbara comienzan por fin (meses y meses después, y si están pensando que con ellas se esfuman 600 aparcamientos entenderán ahora por qué hablaba de ir andando, que no existe hueco donde dejar el coche en el centro); las de Canalejas avanzan, con cinco nuevos cañones por banda; los cruceros pugnan por una plaza en el muelle; en una semana, la Casa Real se ha acordado dos veces de este rincón; Navantia consigue contratos; las ferias lucen bajo el sol y el buen tiempo, los pájaros cantan, las nubes se levantan y las motos dejan 56 millones de rédito.

Ya decía yo que era una avalancha y no un simple brote.