LA ENTREVISTA «
Actualizado: Guardar-Perdone si me nota un poco cohibida.
-¿Por qué?
-¡Estoy ante un divo del bel canto!
-No, no, soy una persona normal. En esta profesión, cuando consigues cierta fama, ya te empiezan a llamar divo.
-¿Gajes del oficio?
-Sí, antiguamente los grandes tenores eran considerados dioses. También ha habido divas, mujeres inalcanzables y con un comportamiento caprichoso que querían una limousina para que les llevara al teatro.
-Como la Callas.
-Eso pasó de moda, ahora el público nos ve como personas normales. Y los cantantes no se ven obligados a tener que endivarse.
-Un alivio.
-Claro, porque el público, en el fondo, quería vernos así. Ahora hay más juventud y eso hace el divismo haya desaparecido.
-Su récord de aplausos está en...
-No sé, cinco minutos, seis... una eternidad.
-No puedo evitar el chiste fácil: usted sí puede presumir de haber dado el Do de pecho pero ¡multiplicado por nueve!
-No me preparo mucho para evitar preocuparme. Es lo peor para esas notas. Eso sí, practico en el camerino y cuando llega el momento necesito cierta concentración, pero a la vez me dejo llevar por la música. Tiene que haber un componente espontáneo.
-Debutó hace sólo 13 años en Pesaro cuando sustituyó al primer tenor, que se puso enfermo. Confiese: ¿cómo le envenenó?
-Ja, ja, es un secreto. Yo hacía un papel menor. Se enfermó el tenor y no encontraban sustituto. Este chico parece que tiene talento dijo alguien. Y me lanzaron al ruedo.
-Y cortó las dos orejas.
-Yo dije que sí, no tenía nada que perder. Ése fue mi trampolín.
-Luego Pavarotti le encumbró tras coincidir con él en unas vacaciones. ¿Otra casualidad o se hizo el encontradizo?
-No. Un amigo me dijo: ¿Quieres conocerle? ¡Claro, es mi ídolo! Mi agente me daba codazos: ¿Por qué no le cantas algo? Pavarotti se dio cuenta. Le canté la famosa aria de los nueve Do.
-¿Así, a pelo?
-Sí, sin calentar. Le gustó mucho.
-Tanto que le nombró su sucesor. ¿Una pesada herencia?
-Sí, pero algo tendré que les gusto a mis ídolos. También Plácido Domingo ha dicho cosas muy bonitas de mí. He crecido con ídolos que creía inalcanzables y que ahora digan cosas buenas de mí me parece surreal, no me lo creo.
-¿Y es cierto que imitaba a Raffaella Carrá de niño o es muy mala la envidia?
-Sí, sí ¡imitaba a todo el mundo! A los profesores del colegio, a Raphael, a Miguel Bosé... Ya no imito, perdí la habilidad.