La máquina del tiempo
Usted y yo sabemos que las dificultades económicas dentro de una familia se suelen salvar con todos sus miembros dispuestos a apretase el cinturón y sacrificarse en aras del colectivo. Las empresas son, en cierto modo, una familia en tanto que el beneficio de la cabeza no suele implicar problemas para el resto del cuerpo. Vamos, que se limita a remunerar a sus empleados lo pactado y a garantizar el disfrute de los derechos de su plantilla. Usted que es padre o, como poco, hijo, sabe que un progenitor da más porque sus motivaciones son ajenas al vil metal, al igual que las del vástago, que por eso piensa en el colectivo familiar antes que en sí mismo. Ahora bien, no me negará que es poco frecuente que los empleados de una fábrica acuerden la congelación de su sueldo para evitar despidos y hacerse con la fabricación del Audi Cutre, o algo así. Pues esto es tan sorprendente como cierto, así ha sucedido en la factoría de Seat, aunque es algo que ya sabía usted.
Actualizado: GuardarNo es mal principio que un grupo esté dispuesto a sacrificarse en pos del beneficio del propio colectivo. Sin embargo, puede tener un pésimo final. Suponga usted que todas las factorías del mundo exigieran ahora a sus empleados que adoptaran la misma conducta con la advertencia de que la supervivencia de la empresa está en peligro. Y ya estamos otra vez en el siglo XIX. Hay que estar muy trasnochado para no ver que la buena marcha de una empresa no redunda en la seguridad laboral de su plantilla. Pero no está menos encanallada la compañía que exige la adopción de condiciones de trabajo del pasado con la excusa de la cacareada crisis. Los negocios existen para hacer dinero. Pero no todo vale. Buena muestra de ello es que la supuesta autorregulación del mercado nos ha traído este sindiós económico. Las empresas han contraído una responsabilidad social y un deber moral hacia las plantillas que les han proporcionado sus ganancias en el pasado.