Madurez anticipada y muchas ganas de crecer
Podría haber sucedido en cualquier lugar, en cualquier ciudad o rincón del país. El otro día, mientras desayunábamos en un pequeño bar junto a un colegio de monjas -al menos en mi época estudiantil lo era, ahora podría ponerlo en duda-, nos llamó la atención la imagen que pudimos contemplar. Por la acera de enfrente transitaba un grupo de chicas que no sobrepasaba la quincena y que, a eso de las diez de la mañana, iban con un cigarrillo en ristre y una litrona helada en la otra mano. ¿El desayuno de los campeones!, pensé en ese momento, y no el café calentito y la media tostada que nos estábamos metiendo entre pecho y espalda.
Actualizado: GuardarAl contemplar la imagen no pudimos más que acordarnos de las últimas andanzas de nuestra ministra de Igualdad sobre la problemática del aborto. Clama al cielo -y sin ser clasista ni chapada a la antigua- que personas que aún no tienen el carné de identidad ni el de circulación, que no pueden ejercer su derecho al voto y que no pueden consumir «legalmente» ni alcohol ni tabaco puedan abortar sin el respaldo ni el apoyo de sus familiares. Eso sí que es actuar con cabeza. ¿Qué madurez puede tener una joven en plena edad del pavo que tiene en la cabeza una única preocupación y es la de llevar cinco centímetros más corta la falda del uniforme -vaya el juego que dan los dobladillos y las cinturillas-?
Pero la cosa no queda ahí, no sé que pasó ese día, pero parece que los astros se alinearon junto a Plutón e hizo que todo surgiera al revés. Aún taumatizados por la imagen contemplamos a una pareja de «enamorados», por llamarlos de alguna manera, en la que él atraía a su novia hacia sí jalándole de la coleta. En medio de la calle, sin preocuparse por los transeúntes y, mientras, ella le sonreía. ¿De verdad tanto ha cambiado la juventud? Si todo llega cuando lo tiene que hacer, ¿por qué crecer con prisas?