Al hilo del pitón
Actualizado: Guardariguiendo el hilo que se desteje de la glamurosa lana de la ya polémica medalla de oro concedida a Rivera Ordóñez, me resulta injusto el fantasmagórico trato por y contra Morante de la Puebla. Y digo fantasmagórico, pues las críticas que acusan a Morante son más de fantasmas que de sensatos. Hay que ser muy valiente y digno para calificar de «vergüenza» la concesión de esta medalla a Rivera, y Morante no ha hecho sino manifestarse democráticamente como lo hemos hecho muchos aficionados, ya sea en público o en privado. No serían justos los posibles vetos que diabólicamente deambulan alrededor de Morante por parte de los hermanos Rivera. Al margen de estos tejes y destejes, cierto es que Rivera no es el culpable; la culpa vergonzosa es del Ministerio de Cultura, pues son los que lo conceden, ellos faltos de conocimiento y profundidad. De hecho, y siendo Rivera el cénit de su falta de ética, la concesión a Ponce hace pocos años tampoco se entiende. ¿No es mérito a las Bellas Artes? ¿Qué tiene que ver Ponce con las Bellas Artes? Nadie le niega su enorme profesionalidad y su condición inteligente de figura matemática del toreo, pero el arte es otra cosa. Si me apuran, tampoco se la debieron conceder ¿tan pronto! a José Tomás, torero al que admiro y sigo con emoción por su fría y nevada verdad. Pero era aún pronto para él. Esta medalla ya no tiene sentido, ni peso, ni validez para el aficionado. Dejemos que se la lleven viva a los corrales y que nadie abronque al torero. La medalla a las Bellas Artes es hoy pasto para buitres y un ovillo de lana sucia para la prensa que necesita de carroña. Lástima que este Ministerio opaco se aprovechara de la dignidad de los grandes para dar crédito a dicha medalla. Claro que ellos, esos Ordóñez, Chenel, Paula están por encima y alejados de premios, pues ninguna medallita de oro le llegan ni a las zapatillas. Sí propondría que cambiasen el título a la medalla de este año, y antes de concedérsela a Rivera la titularan «Medalla de Oro al hilo del pitón». Por último, una reflexión para Rivera: si con la mano en el corazón piensas que eres merecedor de medalla de los grandes, acéptala. Pero si no, sería el gesto más torero de tu vida y más valiente el no aceptarlo.