HISTORIA. La muestra expone varias armas de utilizadas en la defensa de Cádiz. / ANTONIO VÁZQUEZ
Sociedad

Santa Catalina revive el asedio napoleónico a través de una muestra

Varias obras de arte, planos, documentos y armas de la época recuerdan cómo la ciudad logró permanecer independiente ante el enemigo francés

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Fue una época convulsa aunque, quizás sin saberlo, Cádiz entraba con paso firme en la historia de España. Mientras que en intramuros se fraguaba la constitución de 1812, desde el mar y la costa cercana, los franceses arrojaban sin éxito un infierno de hierro y pólvora. En los fuertes defensivos se trabajaba sin cesar. En uno de ellos, la quietud didáctica de la historia y el arte ha tomado el espacio por el que se acarreaban bolsas de pólvora, armas y heridos. Es el Castillo de San Sebastián, en el que se puede visitar una muestra en la que se retrata con fondos del Museo de las Cortes el asedio al que sometió Napoleón a la ciudad.

No consiguió entrar, así que la muestra cuenta una historia feliz. Arranca con los retratos de varios personajes ilustres, como el Duque de Alburquerque, «un personaje poco recordado» según el comisario Juan Ramón Ramírez y que, sin embargo, permitió la defensa de la ciudad con la llegada a la carrera de sus tropas antes que las francesas.

Le acompañan los miembros de la Junta de Gobierno y Defensa de Cádiz, personajes ilustres como Tomás de Ystúriz, Luis de Gargoyo -agente de la plata del Potosí- o Santiago Terry, al que se atribuye la famosa frase de «La ciudad de Cádiz, fiel a los principios que ha jurado, no reconoce a otro rey que Fernando VII».

Lo de las bombas con las que las gaditanas se hacían tirabuzones no solamente fue cierto en la copla. Las pruebas están en la muestra. Juan Ramón Ramírez explica cómo las primeras balas que arrojaban las baterías de tierra de la Cabezuela no llegaban a la ciudad. «Más tarde sí, porque fundieron en Sevilla obuses cortos que efectuaban un tiro parabólico». Claro, que la mayor parte de los disparos se quedaban «o muy cortos o muy largos» y caían en La Viña o en Santa María. «Esa fue la razón por la que se eligió el Oratorio, que solamente recibió dos impactos», dice el director del Museo de las Cortes.

Defensas

También hay espacio en la exposición para los planos, en los que se retrata la estructura defensiva de la ciudad, con sus baluartes y el gran glacys de la muralla de las Puertas de Tierra, con sus contraminas y pasadizos subterráneos en los que no se pegó ni un tiro pero que sirvieron de fantasía para los niños de decenas de generaciones.

Alfanjes, sables y pistolas de la época son la parte más vistosa de la exposición, aunque en los papeles se esconde la verdadera historia. Un documento recoge la lista de los comerciantes y hombres poderosos que pusieron de su bolsillo un millón de pesos fuertes para la defensa de la ciudad. Ystúriz, Terry son algunos de los nombres de una lista que remata con 4.000 monedas el propio recaudador, que prefirió poner su patrimonio antes de volver ante el rey sin el millón que le había pedido, según Ramírez. A ninguno de ellos se les devolvió lo prestado.

apaolaza@lavozdigital.es