ANÁLISIS

Consulta de debilidad

Los observadores más perspicaces han llamado la atención sobre la ausencia de dramatismo que ha rodeado la victoria de Hugo Chávez en el referéndum constitucional del domingo, cuyo resultado, al alzarse con un triunfo suficiente (54% contra 45%, en números redondos), le da la posibilidad de representarse a la presidencia cuando llegue la próxima elección del jefe del Estado. Esa desdramatización, evidenciada en la apacible jornada en las urnas, la moderación relativa de los comentarios y la instantánea aceptación del resultado por una oposición que aprende cada día, remite al hecho central de que, a fin de cuentas, Chávez deberá concurrir y ser votado de nuevo, lo que no está garantizado hoy más que el pasado domingo. Y, sobre todo, porque 2012 está muy lejos y todo dependerá de cómo vayan las cosas entonces; principalmente, del grado de cumplimiento del ambicioso programa social del régimen, peligrosamente dependiente de algo tan aleatorio como el precio del petróleo.

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La oposición, además, percibe algo más relevante. La insólita consulta traduce en el fondo la debilidad del proyecto bolivariano, que es chavista antes que nacional, entendido como debería ser: la agenda de la izquierda más o menos nacionalista eventualmente gestionada por otro dirigente. Pero Chávez reconoce tácitamente que lo que se trae entre manos no es separable de su persona, de su liderazgo individual; no es transferible y, por tanto, su poder tiene origen carismático y está destinado a extinguirse. No es genuinamente institucional, sino excéntrico y fatalmente episódico.

Lo razonable hubiera sido que el presidente hiciera un partido en vez de un movimiento; que lo hubiera abierto a corrientes y personalidades (las mejores de la primera hora lo han dejado); que lo hubiera desmilitarizado del todo; y que hubiera permitido la emergencia de líderes respetables y de su confianza para competir en 2012. No: el chavismo no es el gaullismo que, siendo en primera instancia un estado de ánimo basado en los méritos indudables de una persona, militar también, se institucionalizó y dio a Francia un nuevo régimen, la V República, que marcha a pleno rendimiento y con la única reforma de reducir de siete a cinco años el período presidencial. Chávez ha protagonizado una cierta exhibición de popularidad con respaldo considerable, pero ahí termina la relevancia de la jornada.