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Malos tiempos

Fue una mañana soleada. Como siempre, abría el balcón para que mi perro se dedicara a verla pasar. Le encantaba contemplar todo lo que acontecía por la concurrida calle Sagasta y yo compartía con él esa afición. Es uno de los privilegios de las calles del Centro de esta ciudad. Poder presenciar el bullicio sin estar en él, percibir la actividad callejera a unos metros de altura y sin restarle un ápice de interés, captar todo lo que acontece. Aquella mañana sería diferente. Les había visto por allí pasar muchas veces, demasiadas. Nos habíamos cruzado por los callejones, por la Plaza de las Flores y por el Campo del Sur. Sobrevivían como podían pero intuyo que por allí cerca tenían un lugar en el que cobijarse. Ella caminaba despacio y él solía acompañarle en el paso. La piel de sus rostros parecía teñida. Sus ropas estaban gastadas y sucias y en las manos siempre portaban algún tetrabrick de tinto. Nunca presencié un mal gesto por su parte. Sus vidas transcurrían en un ir y venir y formaban parte de esa sociedad de la calle. Probablemente ella no sabría que esa sería su última mañana, que ese camino que emprendía aquel día concluiría frente a mi balcón. Al principio no presté atención pero el perro salía y entraba y estaba nervioso. Me alertaba de que algo pasaba.

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Cuando me asomé ya era tarde. Él se había quedado solo. Estaba de pie, como ido. Ella estaba en el suelo. Su cuerpo sucumbió esa mañana. No había aguantado tanto abandono, tanta mala vida. Cuando la Policía consiguió contactar con sus allegados comprobé que éstos tenían un aspecto respetable. A su acompañante ya no he vuelto a verle y pasar por aquella acera reconozco que me costó algo de tiempo. De esto hace ya algo más de dos años. Entonces no se hablaba de recesión y sólo los que vivían en la calle sufrían para comer y subsistir. No sé cómo ellos dos se conocieron ni cómo llegaron a eso. Ahora Cáritas ha dado la voz de alarma. Los comedores se llenan y cada vez hay más familias pasando apuros por esta maldita crisis. El desempleo está llevando a muchos al límite y, si todo sigue así, quizá en este tiempo muchos de nosotros lleguemos a tener algún conocido en esta situación. Ojalá cuando pase el crack, hayamos aprendido algo. No se acaba así voluntariamente. No duerme uno en la calle por gusto o por ser un vago. En estos días, muchos habrán tenido ocasión de constatar que malos tiempos puede haber para todos.