Vientos y tempestades
Quien siembra vientos, recoge tempestades. El refrán bien vale para explicar la tormenta desatada en la política provincial, a raíz de la investigación de la Fiscalía Anticorrupción a Pedro Pacheco y la amenaza de éste, acto seguido, de poner el ventilador y salpicar a Pilar Sánchez, la actual alcaldesa socialista de Jerez.
Actualizado: GuardarLos sembradores de vientos han sido, primero, el propio ex-alcalde, que es sobre quien se centra la investigación policial, y después la alcaldesa, que le denunció al parecer como una respuesta -o venganza- por los «continuos insultos y descalificaciones» del portavoz del PSA. ¿Lo sabía su partido? Tengo mis dudas, aunque Cabaña ha asegurado que él no se enteró y un sector afila las garras contra Pilar Sánchez por haber actuado por libre. Entre tanto el ex-líder andalucista, sin futuro político ya, sin militancia, tiene más que nunca «la boca prestá» para lanzar las invectivas que le plazcan. Si nunca se cortó, ahora menos.
Pero las turbulencias, aunque al final no llegasen a tener relevancia penal, pueden terminar por convertirse en un tornado de verdad, y no como el del jueves, y a poco que se descuide, el «caso Pacheco» se puede convertir en el «caso Pilar». En el ojo del huracán, la alcaldesa se confiesa en privado «quemada» por el tema, y eso que no ha hecho más que empezar, sobre todo porque ella sabe bien que goza de escasos apoyos dentro de su casa y que el ejercicio del poder no le ha granjeado precisamente nuevos amigos. Para la «lideresa» del PSOE jerezano es más cierto que nunca el dicho ese atribuido a Andreotti acerca de la existencia de «adversarios, rivales, enemigos... y compañeros de partido». Estos, en su caso, son multitud y atesoran cuitas, agravios, chismes. O razones.
Sin embargo, no debe olvidarse que el encausado es Pacheco, a quien la sombra de la sospecha ha perseguido toda su vida política. Si ha llegado su hora, o si sólo se va a levantar el pico de la alfombra, lo veremos en los próximos meses.
Pero ahora mismo, sin especular, sin hacer pronósticos, lo que está sobre la mesa en primer plano es un caso de presunta malversación de fondos que consiste en una práctica política muy extendida: situar a «los míos» en puestos públicos, pagarles magnánimamente por una asesoría que nunca prestaron y aquí paz y después gloria. Son compromisos, colegas, compañeros de siglas, familiares, a los que después, en el mejor de los casos, se les suele dedicar a trabajar para el partido, que encuentra así una fórmula adicional de financiación para su funcionamiento y su clientela. «¿Qué pasa», se ha llegado a decir, «¿si lo hace todo el mundo!».
Con 151.271 parados inscritos en las oficinas gaditanas del INEM a fecha 31 de enero es obsceno, indecente, inmoral, que los responsables políticos tengan colocada a gente por la cara, con buenos sueldos y además sin trabajar en las instituciones que pagamos entre todos. Esta frase resulta una perogrullada, lo sé, pero no por ello deja de ser una dolorosa realidad cada día en buena parte de la administración pública española, sea del color que sea y del rango de que se trate. Aún resulta más sangrante si tenemos en cuenta, como publicaba LA VOZ esta semana, que hay otros 53.410 trabajadores en la provincia que no reciben ninguna ayuda oficial.
La crisis galopante, que se lleva por delante a empresas, familias e ilusiones cada día, que amenaza con trastocar el orden mundial (véase el neo proteccionismo de Obama, las manifestaciones xenófobas en Gran Bretaña que piden «el trabajo inglés para los ingleses») exige, por si no lo hiciera ya la ética, los principios, la ideología, una limpieza radical de estas malas prácticas. Y que el peso de la Justicia caiga sobre los delincuentes.
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