PAN Y CIRCO

«Me está matando»

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na semana después, aún me estoy recuperando de la impactante final del Abierto de Australia de la que pudimos disfrutar todos gracias a los dos mejores tenistas del momento, aunque me atrevería a calificarlos como los dos más completos en la historia del tenis. El partido es digno de que se difunda por las escuelas tenísticas para que los más pequeños aprendan desde su más tierna infancia cómo hay que manejar la raqueta para alcanzar el éxito. Ni qué decir tiene que el tercer set es para enmarcarlo, para gastar la imagen tratando de memorizar los movimientos de estas dos grandes estrellas. Las molestias de Nadal no fueron obstáculo para ver en acción su mejor tenis y, sobre todo, su admirable fuerza mental. Una vez más, gracias a ella, fue capaz de remontar un encuentro que en un principio pintaba más color suizo que español. La ya desgraciadamente famosa expresión: Dios, ésto me está matando! con la que Federer inició su discurso justo antes de romper a llorar, viene a demostrar lo que lleva sufriendo por culpa del mallorquín y, lo que es peor, el número dos se ha dado cuenta de que va a tener casi imposible volver a recuperar el liderato de la ATP mientras su amigo siga en activo. Fue el vivo retrato de la tristeza por ver que el sueño se esfuma de nuevo. Me acordé de las lágrimas de Djokovic en los Juegos Olímpicos de Pekín tras ponerle en semifinales las cosas muy difíciles a Nadal para, como siempre, terminar sucumbiendo ante el mejor. Eran lágrimas de impotencia, al igual que las de Bugno, quien hasta tuvo que recurrir al psicólogo para superar la supremacía más que evidente de Miguel Induráin en la carretera. Desde mi humilde morada en La Voz, me úno a la campaña para que Federer sea galardonado con el Príncipe de Asturias, un premio que no me explico por qué todavía no lo tiene en su vitrina.