PINCHITO MORUNO

Escarpia

El otro día fui al Leroy Merlin. ¿Qué pasa? Hay gente que va a Grazalema a ver la nieve, pues yo fui al Leroy Merlin a ver espiches, que también tiene su gracia y no hay que ir tan lejos.

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Reconozco que me tomo las cosas muy a pecho y yo cuando vi en la puerta lo de «espíritu constructivo» esperaba que tras meterme en el supermercado de las alcayatas y los espiches me obligaran a ponerme un casco. A mí eso me mete mucho en ambiente. Es como cuando a los políticos de la Junta de Andalucía los llevan a Barbate a ver fábricas de conservas y les ponen un gorrito y una bata blanca y parece que ya hasta saben hacer caballas en aceite.

En el Leroy Merlin pegaba mucho que la gente fuera por los pasillos con su buen casco puesto, porque no es lo mismo mirar las latas de pintura para buscar el color albero -que va de escándalo con el skay del sofá- con un casco puesto, que así vestido de civil. Tú te pones el casco y es como si fueras Manterola, el arquitecto del segundo puente, dispuesto a poner un pilote encima de un nido de cangrejos moros.

En estos sitios es fundamental meterse en ambiente y es que te ponen difícil hasta colgar un cuadro. Tú estás acostumbrado a que cuando eras chiquitito y tu madre se disponía a poner en el salón tu foto de Primera Comunión, acontecimiento de gran relevancia social y muy importante en la vida de un niño, le decía a tu padre: «Un poquito a la derecha, Pepe», como si estuviera dirigiendo La Piedad por la calle Ancha. Una vez fijado el sitio, Pepe sacaba el martillo, daba dos martillazos y ponía al niño de Primera Comunión pegado en la pared y allí quedaba el chiquillo colgao para toda la vida, con la misma prestancia que el comandante del Juan Sebastián Elcano con uniforme de verano. La máxima dificultad era cuando tu madre preguntaba «¿lo ve derecho?» y tú, prudentemente, te alejabas hasta la mitad de la habitación, mirabas al horizonte como los hermanos Pinzones cuando fueron a conquistar las américas y decías: «Clavao, mama, clavao». Más cuadrao que una cuadrilla de Ramón Velázquez.

Pero ahora tú vas al Leroy y descubres que no es tan fácil. El primer problema es elegir la alcayata. Lo primero que uno, analfabeto en materia de clavados, descubre es que hay alcayatas y escarpias. Yo escogí la escarpia porque a mí me sonó más a pescao y me dije: así el cuadro me queda más gaditano... olerá a estero.

Ahora, allí hay una pared entera llena de cosas de clavar. Descubre tú cual es la buena para colgar tu cuadro. Ni se te ocurra mirar las cosas que ponen por detrás los estuches donde vienen las alcayatas. Aquello parece el prospecto de los supositorios que te recetaban cuando estabas estreñido. Qué de letras, qué de contradicciones, qué de tipo de paredes distintas hay por el mundo y qué de idiomas. Si te explica como poner una alcayata en unos signos así como los que ponen en los chinos al lado del dragón de pego que hay en la puerta.

Bueno, primero escoge la alcayata pero luego media hora para escoger el espiche, porque de espiches hay más surtido que de mariscos en Romerijo. Además en el paquete vienen un montón. Vamos, que más que colgar la foto de Primera Comunión del niño tienes que esperar a que sea viejo para colgarle la biografía entera. Le pregunté al muchacho de la sección de espiches si no me podía llevar uno suelto, pero me dijo que se vendían en pack indivisibles y yo le respondí que cuando voy al Don Pan me venden las tartas de queso en porciones.

Tras tres cuartos de hora logré elegir la pareja perfecta: una alcayata de elegante color blanco y con penetración en pared de obra mediante golpeo y un espiche del 6 (eso es lo que ponía en el prospecto) en gris uniforme de trabajo de la Marina....y ecológico, que no sabía yo de la existencia de espiches ecológicos.

A la media hora ya estaba en casa dispuesto a coger el taladro para proceder a la colocación del cuadro. Como la operación era de calado, hasta me había comprado una botella de Sangre y Trabajadero para celebrar la puesta del cuadro, como si fuera la botadura de un barco en Astilleros.

Lo dispuse todo, tome medidas, taladré la pared, puse el espiche, clavé la alcayata al ritmo del pasodoble de los forjaores y cuando cogí el cuadro me di cuenta de que era de los de pie... Para ponerlo en la mesita de noche. Y aquí estoy en el Leroy Merlin viendo la colección de tapajuntas y tapaboquete... Otra pared llena.