Una niña se ve sorprendida por una ola mientras camina por el Paseo Nuevo de San Sebastián, donde hoy está previsto mar gruesa, con olas en torno a 5 metros. / Efe
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Un chorro cálido del Caribe reactivó una borrasca que llegaba al Golfo de Vizcaya

La masa caliente chocó con una depresión fría procedente del Atlántico. Esta clase de fenómenos no son tan inusuales en aguas del Cantábrico

SAN SEBASTIÁN Actualizado: Guardar
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DV. El Golfo de Vizcaya comienza a habituarse a fenómenos meteorológicos como el que esta madrugada ha barrido la costa vasca. Científicamente no se trata de un ciclón, sino de una ciclogénesis explosiva, «un centro de bajas presiones situado a su vez en la zona baja de la atmósfera que, por distintas razones, se hace más profunda de manera muy rápida. La presión atmosférica en el centro de la borrasca disminuye a razón de un milibar por hora durante al menos dieciocho horas seguidas», explica Margarita Martín, directora de la Agencia Estatal de Meteorología en Euskadi. En estas condiciones, bastan unos minutos para que se generen vientos huracanados y grandes olas que pueden superar dieciséis metros.

Las causas que provocan la transformación de una depresión normal en una ciclogénesis explosiva son varias, aunque una de las más conocidas es la interacción de una borrasca atlántica con un chorro subtropical. Martín explica que «este chorro cálido se sitúa entre 10.000 y 12.000 metros de altura. Separa la troposfera, más fría en ese nivel, de la estratosfera, más caliente. De esta manera, cuando la corriente cálida se encuentra con la depresión fría atlántica introduce aire caliente estratosférico, lo que revierte en la formación de nubes de desarrollo vertical, mucho más altas de las que preexistían en la borrasca con la que interactúa y produce también viento térmico muy fuerte que refuerza y acelera los que ya existían», afirma Martín.

La meteoróloga explica que en estos casos, el desplazamiento del fenómeno es rapidísimo y sus efectos más violentos que las borrascas atlánticas habituales.

Martín señala que en el caso de ayer, una baja presión que procedía del Noroeste y se dirigía hacia el Golfo de Vizcaya se vio alimentada por un chorro subtropical que provenía del Caribe. Así, el choque de ambas masas de aire, una cálida y otra fría, convirtieron la depresión atlántica en una ciclogénesis explosiva. La transformación se produjo sobre las seis de la mañana de ayer, en mitad del Atlántico.

No son raras

Las ciclogénesis explosivas no son tan excepcionales en aguas del Golfo de Vizcaya. Un fenómeno parecido al de ayer hundió el pesquero Marero, con base en el puerto de Pasaia y se llevó la vida de sus ocho tripulantes. Ocurrió el 20 de diciembre de 1998, tras una repentina bajada de la presión atmosférica. En apenas unos minutos, se desencadenaron vientos de 126 kilómetros por hora y olas de hasta catorce metros. La flota que faenaba frente a Arcachon se vio sorprendida por la manifestación tan repentina del fenómeno. Las olas hundieron el barco.

Un estudio realizado por Miguel Ángel Manjón, responsable de Climatología de la Agencia Estatal de Meteorología, concluyó que la causa del naufragio fue también una ciclogénesis explosiva que se formó en el Atlántico Norte, atravesó Gran Sol, se dirigió a una velocidad inusitada hacia Bretaña, el Golfo de Vizcaya y murió en el Mediterráneo.

El temporal de marzo

Más recientemente, en marzo del pasado año, otra ciclogénesis causó graves desperfectos en el litoral cantábrico. Entonces, una profunda borrasca situada en aguas de Gran Sol, en su desplazamiento por la islas británicas y Francia generó un «paquete de olas» de grandes dimensiones, algunas de ellas superiores a dieciséis metros de altura, así como fuertes rachas de vientos. Aquel tren de olas comenzó a dejarse sentir con especial intensidad en aguas de la costa vasca durante la madrugada del 11 de marzo. A la mar de fondo se le unió una mar muy gruesa causada por el viento reinante, de tal forma que la altura de las olas se incrementó todavía más. Y por si todo ello no fuera suficiente, coincidió que ambas circunstancias confluyeron en el periodo en el que la marea se hallaba subiendo.

Durante el temporal, en la costa, la ola más alta alcanzó una altura de 11,5 metros. En alta mar, en aguas vizcaínas, a veinte millas de tierra, se estima que las olas superaron los 16 metros.

Otro episodio similar tuvo lugar en Bermeo el 12 de agosto de 1912. En aquella ocasión llegó en forma de galerna. En verano de 1979, otras ciclogénesis hundió a buena parte de los participantes en la regata Fastnet. Un fenómeno idéntico a éste hundió parte de la flota de la Armada Invencible durante el reinado de Felipe II.

Según los meteorólogos, las ciclogénesis explosivas se manifiestan principalmente en agosto y diciembre.