Michelle Obama durante el baile. / Reuters
relevo en la casa blanca

Michelle Obama se convierte en la nueva Lady América

La primera dama, símbolo del cambio de la sociedad ante el racismo, conquista a sus compatriotas

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Ahora hay una tercera opción y es la que se ha impuesto desde el pasado 4 de noviembre. Hasta entonces cuando se tenía que elegir a una mujer que simbolizara a América se pensaba siempre en Dolly Parton, republicana, country, autóctona, de anatomía excesiva, centro de gravedad alto... Aunque finalmente era políticamente más correcto optar por la Estatua de la Libertad, tan blanca como ella, dotada de morbo francés, objeto de las fantasías sexuales de Woody Allen, físicamente más equilibrada...

Pero la Casa Blanca ha cambiado de color para caminar hacia su antónimo. La nueva Lady América es Michelle Obama, señalada por el dedo de la historia para materializar la utopía de una primera dama con antepasados esclavos. Manifiestamente inteligente y de personalidad desbordante, atesora una firmeza que le permitirá soportar el peso de los ojos de todo el mundo depositados sobre ella. Capaz de confesar de forma cáustica que su esposo ronca, amanece con mal aliento o deja los calzoncillos tirados en la ducha. Una gran mujer al lado de un gran hombre... o, quizás, al revés.

Ciento ochenta centímetros de estatura, pocos menos de cadera, atlética, cejas arqueadas, mirada pétrea... a pocas fechas de desplazar a la refinada Jacqueline Kennedy como mujer más emblemática del 1.600 de la Avenida Pensilvania. De soltera Michelle LaVaugh Robinson, esta abogada de 44 años, al igual que la esposa de JFK, tampoco parece capaz de conformarse con el papel de esposa amorosa, diligente en la intendencia doméstica y visitadora compulsiva de exposiciones de pintura americana de principios del siglo XX.

«No estaría aquí si no fuera por el apoyo incondicional de mi mejor amiga, mi mejor colaboradora durante los últimos dieciséis años, el sostén de nuestra familia, el amor de mi vida...», sostuvo quien se casó con ella. Michelle se crió en el barrio más pobre de Chicago y eso marca, como los latigazos que recibió su tatarabuelo por parte de padre en una plantación de algodón de Carolina del Sur. Su infancia fue modesta pero feliz. Los dólares que ahorraron sus padres -él empleado del servicio de abastecimiento de agua y ella secretaria- no hubieran bastado para ir a una universidad de prestigio. Pero su hermano Craig era la estrella del equipo de baloncesto de Princeton y eso permitió a la adolescente Michelle estudiar Sociología allí y catapultarse más tarde hasta Harvard para licenciarse en Derecho. Eso también marca.

En la periferia

«Mi caminar universitario me llevará probablemente a integrarme en la estructura social y cultural blanca, pero siempre en la periferia de la sociedad, nunca participar de lleno», escribió allá por 1985 en su tesis de licenciatura. A pesar de que se equivocó, la aprobaron con una gran nota. La ironía del destino la ha colocado ahora en el Despacho Oval. Bueno, cerca. Y la ha convertido en un cambio definitivo de la actitud de la sociedad estadounidense ante el racismo.

De la universidad a un prestigioso despacho de abogados. Allí conoció a su consorte, la voz que transmite los pensamientos de Michelle, según muchos de los que la conocen. Y juntos han llegado a la Casa Blanca. «Soy una anomalía estadística. Una chica negra criada en el sur de Chicago. No se suponía que pudiera llegar hasta aquí», confesó en una entrevista.

Es mujer, madre, negra... Pero también mucho más. Largos años en la lucha por la despenalización del aborto, en defensa de las reservas naturales, la reivindicación de las minorías, la igualdad racial... no pueden ser frenados por la elección de la cubertería de la cena con los embajadores o el cuidado de la rosaleda. Para eso se lleva a Washington a su madre. Para eso y para encargarse de sus hijas Malia, de 10 años, y Sasha, de 7. Ella será asesora, no en la zona residencial sino en el ala oeste. Allá donde su marido firmará las decisiones que seguramente tomaran juntos. Porque él sin ella no es nadie. Hasta confiesa que hubiera cosechado una derrota aplastante si la hubiera tenido como rival en las urnas.

Michelle ha conquistado a los americanos por su inteligencia y por su capacidad oratoria, sin olvidar su 'glamour' y su elegancia. Es la nueva Lady América. Por cierto, en todas estas líneas no se había dicho que su marido es el presidente de Estados Unidos. Sí, Barack Obama.