Obsesión terrorista
El atentado perpetrado ayer por ETA contra un repetidor de televisión en la localidad guipuzcoana de Hernani, cuyo verdadero propósito era consumar la emboscada mortal contra la Ertzaintza con la que los terroristas parecen obsesionados, constituye una demostración insoslayable de cuáles son las intenciones que sigue albergando la banda y de su voluntad inconmovible de proseguir con su ofensiva, por más que sus efectos se estén viendo limitados por la persecución policial y judicial. Los escasos daños provocados por la única de las tres bombas que por fortuna llegó a estallar no pueden ni deben llevar aparejada una trivialización de la destrucción que buscaba la organización etarra, en una nueva evidencia de que la Policía autónoma se ha convertido en un objetivo preferente de su amenaza homicida. Como ha ocurrido con otras instituciones vinculadas al autogobierno de Euskadi, la ciudadanía ha de interiorizar que cada ataque contra quienes velan por su seguridad constituye un atentado contra su propia esencia como sociedad libre y democrática.
Actualizado: GuardarPor eso mismo, no basta con que el Ejecutivo de Ibarretxe condene acciones terroristas como las de ayer mientras insiste en pedir un desmarque a la izquierda abertzale que resulta desde hace mucho tiempo del todo baldío. Las instituciones que son atacadas cada vez que ETA coloca en su diana a la Policía vascas deben asumir que todos y cada uno de sus agentes representan la vanguardia de la lucha contra la violencia. Junto a ello, la cínica valoración del atentado realizado por la alcaldesa de ANV de Hernani no hace sino subrayar la obligatoriedad de las formaciones democráticas de desalojar de la dirección de los ayuntamientos, como está previsto que suceda hoy en Azpeitia, a quienes se han enrocado en la justificación de lo injustificable.